“Todo en la vida tiene un límite y yo estoy llegando al mío”. Esa frase es del refugiado diplomático. Supongo que no hay que ser un genio para saber a qué se refiere y a quién está dirigida. Esos mensajes “secretos” publicados en “X” son públicos y descifrarlos requiere solo par de neuronas. ¿Por qué el presidente Mulino no nos habla de eso en su próxima conferencia de prensa? ¿Es cierto que le mandó a decir al presidente Daniel Ortega que iba a darle el salvoconducto al que está llegando a su límite y que en el último momento cambió de opinión? Y si es así, ¿por qué lo hizo?
¿Habrá sido por una llamada telefónica? ¿O le aconsejaron que no lo hiciera cuando aún está por definirse el futuro de la Caja de Seguro Social? Mulino está en una situación difícil con ese nada despreciable polo de poder. Ayudar a un delincuente que le sostiene el piso político requiere de malabarismo, pero tenga en cuenta que ese mismo que le cedió sus votos, también lo puede dejar sin capital político. Y eso lo dejaría en un limbo, a merced de diputados con más hambre de dinero que todo la familia Martinelli.
Trump por un lado, Martinelli por otro, los diputados que no dan tregua, y un gobierno que tiene de santo lo que yo tengo de marciano o lo que tiene Héctor Santos Rudas de potentado del mundo empresarial marítimo. Con todos esos poderes lidia el Presidente: tiene más frentes que la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, solo que nuestro gobernante quiere transitar el sendero del peor momento de Panamá en soledad, sin amigos que lo acompañen, porque él cree que un comunicado de tres párrafos y trino en “X” son suficientes para contrarrestar la palera mediática que nos están dando desde Washington.
¿Para qué sirven esos embajadores que Mulino nombró? ¿Qué está haciendo el embajador de Panamá en Washington, el señor José Miguel Alemán? No creo que sea el momento para mostrar su legendaria sonrisa. Pero si va a mostrar su blanca dentadura, al menos deje ver sus caninos, porque, hasta donde sé, a pesar de que es Alemán, nació en Panamá y hasta candidato a la Presidencia fue, así que no se haga el alemán cuando las mentiras salen de la Casa Blanca o del Departamento de Estado. Y si tiene miedo de perder la visa, pues renuncie y dedíquese a sus negocios.
Y cuando el refugiado llegue a su límite, ¿qué debemos esperar? O más bien, ¿qué debe esperar el Presidente? Mulino está peleando duro, mientras lo sabotean y recibe fuego amigo. Ha cumplido muchas de las exigencias del refugiado: en buena parte, las estructuras de corrupción del pasado están funcionando –algunas con nuevas fichas– y están dando dinero a unos pocos –los escogidos, obviamente– pero el cabecilla sigue sin libertad, autoexiliado en su propio país. Y si no hay libertad para él, no habrá paz para el presidente. Ese es su mensaje.
El refugiado se aliará con cualquiera con tal de obtener su libertad, y eso incluye las más corruptas estructuras de poder del PRD, la élite de ese partido, que no será tocada ni por un pelo: no habrá procesos en su contra, el Procurador no se les acercará ni siquiera para saludarlos, porque Mulino los necesita para su proyecto político. Por eso se pavonean, impunes, sabiendo que siendo el agua putrefacta que son, el sediento no la despreciará. Lo malo de obtener esos apoyos, es que tarde o temprano, será traicionado, y su nombre quedará tan enlodado como lo está esa gente contra la que no quiere actuar.