Se conmemoró ayer el Día Internacional de las Matemáticas, instaurado en 2019 por la Conferencia General de la Unesco para fomentar el estudio y práctica de esta disciplina, fundamental al desarrollo humano. Según la propia organización, la selección de la fecha guarda relación con el número pi, “que expresa el cociente entre la longitud de la circunferencia y la de su diámetro” y normalmente se abrevia en 3.14 (DRAE).
Tomando esa referencia, se fijó la conmemoración el tercer mes del año (marzo), en su decimocuarto día. Por feliz coincidencia, el 14 de marzo es la fecha natal de Albert Einstein —nacido en 1879 en Alemania— uno de los cerebros más brillantes de la humanidad y, sin duda, uno de los personajes más sobresalientes del siglo XX, quien tuvo un extraordinario desenvolvimiento como físico.
Las matemáticas fueron, sin duda, la base de su erudición. Uno de los momentos críticos en su formación ocurrió cuando se le presentó, a los 12 años, un texto de geometría, el cual “devoró” inmediatamente, en las palabras de uno de sus biógrafos, el doctor Michio Kaku.
La geometría, por supuesto, es una de las ramas principales de las matemáticas, junto con la aritmética, el álgebra, la trigonometría, el cálculo, la estadística y otras. Arduo trabajo representó en el colegio el aprendizaje de las nociones elementales de todas aquellas materias, principalmente a cargo de doña Manuelita de Saint Malo, mi profesora de matemáticas.
Mi desempeño profesional no se encaminó por ninguno de esos rumbos, aunque sí me tocó aprender contabilidad, matemáticas financieras y estadística en la universidad, con mucho provecho. Pero aquella experiencia escolar me inculcó la importancia del pensamiento ordenado y la acción estructurada, y contribuyó a afinar mis destrezas analíticas y la capacidad de razonamiento.
También arraigó en mí las operaciones básicas —suma, resta, multiplicación y división— que puedo realizar mental o manualmente, dependiendo de las circunstancias, sin necesidad de recurrir a la calculadora. Lo menciono porque no deja de llamarme poderosamente la atención que hasta para los cálculos más sencillos, las generaciones más recientes tienen que recurrir a la inteligencia artificial.
Cuando fui al colegio, no estaba permitido el uso de la calculadora; hasta las operaciones trigonométricas se realizaban con la regla. Estimo que la creciente dependencia en esa inteligencia artificial contribuye a embrutecer y adocenar a la población; en términos más elegantes —los del profesor Christophe Clavé— contribuye a explicar la caída del coeficiente intelectual de la población mundial.
El Día Internacional de las Matemáticas transcurrió en nuestro medio sin pena ni gloria —en indiferencia casi total— excepto por el “bazar matemático” que realizó la Fundación Panameña para la Promoción de las Matemáticas, Fundapromat. Evidentemente, no existe un compromiso real y efectivo de impulsar el aprendizaje de las matemáticas como ingrediente esencial para la generación de capital humano y motor indispensable del desarrollo de los pueblos.
Tanto se repite que el sistema educativo está descalabrado, que los niños y jóvenes no aprenden nada en las escuelas, que la fuerza laboral es ignorante y carece de destrezas, pero nadie —a excepción de Fundapromat y de los educadores que imparten la materia— conecta la reparación del maltrecho sistema educativo con el afianzamiento en matemáticas.
Efectivamente, si hubiese un verdadero interés por mejorar la educación nacional, se enfatizarían las matemáticas para asegurar que la población pueda, al menos, razonar; la gramática, para garantizar que la gente pueda, al menos, comunicarse civilizadamente, y la urbanidad, para promover la convivencia como seres evolucionados (no como salvajes). Apuntalando la enseñanza de tan solo esas tres asignaturas —la última de ellas, hace años descartada de los planes de estudio— lograríamos un aumento significativo en el nivel sociocultural de la población.
Un conocimiento matemático más difundido evitaría, por ejemplo, que quienes controlan el sistema político para su propia figuración y enriquecimiento nos siguieran congueando como hasta ahora. Cito, directamente, del portal electrónico de Unesco: “Las matemáticas ayudan a diseñar sistemas electorales que mejor representen la voluntad popular”.
Una población versada en matemáticas no toleraría la imposición de la metodología antidemocrática y contraria a la lógica mayoritaria que impera en el país para el escogimiento de los cargos de elección popular. La inmensa mayoría de dichos cargos se escoge en circunscripciones uninominales, en las cuales se elige un solo individuo por mayoría simple.
Me refiero al presidente de la República, a los alcaldes de distritos (81), a los representantes de corregimiento (679), a 9 concejales y a 26 diputados que se eligen en circuitos uninominales, lo que comprende a 796 de los 809 cargos de elección popular directa. En otras palabras, el 98% de dichos cargos se obtiene mediante mayoría simple, en un medio donde proliferan los partidos, lo cual significa que la mayor parte de estos sujetos carece de apoyo significativo en sus circunscripciones. Difícilmente puede argumentarse que representan la voluntad popular.
Más aberrante es el nombramiento (no se puede llamar “elección”) de diputados por la vía del residuo en los circuitos plurinominales. Un conocimiento matemático elemental determina que, donde impera la representación proporcional, los votos utilizados para declarar ganadores por cociente y medio cociente se les resten a los partidos ganadores antes de calcular el residuo.
Sin embargo, la autoridad electoral se vale de la mala redacción del artículo 403 del Código Electoral —probablemente hecha a la medida— para resistirse a descontar los votos utilizados en la asignación de curules por cociente y medio cociente. El resultado: 13 diputados nombrados por residuo en 2019 (La Prensa, 10 de mayo de 2019).
Entre los 71 miembros de la Asamblea Nacional, los diputados residuales, quienes no ganaron limpiamente y no representan la voluntad popular, constituyen el 18% del total. Un país en que el conocimiento básico de las matemáticas estuviese ampliamente difundido no se aguantaría semejante abuso.
El autor es politólogo e historiador; director de la maestría en Asuntos Internacionales en FSU, Panamá, y presidente de la Sociedad Bolivariana de Panamá.

