El mayor problema de Panamá no es la corrupción, sino la mediocridad. Recordando que la corrupción es el método de “superación” del mediocre. Sí, escribí “superación” porque todas las criaturas del mundo tienden a superarse (aunque a veces solo lo hagan por comodidad personal). La mediocridad no es una discapacidad, ni ser mediocre implica ser bruto. Hay muchos mitos creados alrededor del mediocre, uno de los cuales lo asume como subespecie del idiota. Sin embargo, existen personas brillantes y mediocres. Durante la formación del mediocre, más aporta la pereza que la falta de inteligencia. Todo lo cual pudo deberse (en adición a su condición personal) a un patrón de crianza desprovisto (o excedido) de carácter y templanza.
¿Usted quiere saber por qué el problema de Panamá es la mediocridad y no la corrupción? Analice los niveles de paternidad irresponsable del país. ¿Qué puede enseñar un padre irresponsable, si no es mera mediocridad y corrupción? El carácter, la templanza, disciplina y perseverancia no deben ser enseñados exclusivamente por la madre (aunque muchas lo han venido haciendo solas, y excepcionalmente bien).
La mediocridad es la huella, el legado más “leve” de todo padre ausente o que no se involucra directamente con la crianza de sus hijos. Sin importar cuántos regalos o correazos reparta, un hombre que no aguanta el rigor ni los sacrificios del matrimonio y/o la crianza, enseña más de flojera que de templanza.
Muchos panameños tienden a aprobar la figura del corrupto como la de un ser habilidoso e inteligente; hasta lo tipifican coloquialmente como “juega vivo”. Pero, para ser corrupto no se requiere de muchas neuronas. Peor aún en un país tan relajado y poco exigente como el nuestro. ¿Por qué el mediocre se potencia volviéndose corrupto? Porque ambos detestan el esfuerzo y les gusta la vida fácil. Un mediocre de mediano intelecto, al detectar la carencia de supervisión o controles, “evoluciona” volviéndose corrupto.
Ahora bien, para supervisar también se requiere carácter, consistencia, disciplina, empeño y perseverancia. ¿Cuánta supervisión existe en Panamá, a nivel político o social? ¿Cuánta mediocridad? ¿Cuántos corruptos? La mayor gratificación que puede esperar un mediocre en toda su vida es: Volverse corrupto.
El (o la) mediocre tiene un esquema de exigencia personal muy precario, y lo contagia como una peste.
No se exige a sí mismo, ni a los demás, no piensa más allá, no se complica por aquello de “vive y deja vivir”. Porque tal es el mensaje, que muy probablemente le transmitió la figura de un padre cómodamente ausente durante su niñez. Carencia, eventualmente suplida por una madre abnegada, pero quizás muy consentidora (por la culpa y demás…) o un tío, abuelo, etc. ¿Queremos salvar a Panamá de los corruptos?, además de pedir mejores leyes, cambiemos nuestra escala de exigencia personal y social, rescatemos a nuestras familias. Esforcémonos más, aunque nadie nos vea, regañe o pague mejor. Hagamos cada cosa bien (por mínima que sea) por convencimiento propio, no por gratificación o castigo de otros. Hagamos cada cosa bien, por amor propio, inspiración personal, por el convencimiento de que nuestra vida realmente lo vale.
El autor es ingeniero en sistemas