Como escribí en un artículo anterior, nuestro sistema electoral ¡funcionó! Cinco horas después del cierre de urnas, donde una cifra récord de 77.7% de nuestros ciudadanos ejercimos nuestro poder del voto democrático, todos los candidatos serios aceptaron su derrota, aún antes de que el Tribunal Electoral hiciera la llamada al nuevo Presidente Electo. ¡Esto no es poca cosa!
Al recibir sus credenciales, el presidente electo, en un discurso espontáneo y no escrito, dio una grata sorpresa a toda la ciudadanía, haya o no votado por él. A pesar de su candidatura proxy del condenado Martinelli, asilado en la Embajada de Nicaragua… aseguró (de manera creíble) “el Presidente soy yo”, y agregó que conversaría con todas las fuerzas políticas, especialmente la nueva fuerza joven, para procurar un gobierno con representación nacional.
Tranquilizó a los países con los que mantenemos relaciones importantes, como Estados Unidos y, más recientemente, China Popular, e inyectó confianza en los mercados, garantizándoles el pago de todas las obligaciones nacionales. A la semana, tal como lo prometió, nombró a buena parte de su gabinete, conformado en su mayoría por figuras respetables, honestas, con amplios conocimientos y capacidades comprobadas, lo cual le dio un impulso adicional a la credibilidad de su discurso inicial.
Su primer nombramiento fue, para el importante cargo de ministro de Economía y Finanzas, a Felipe Chapman A., reconocido como el economista privado más serio del país; este nombramiento sentó la pauta para el resto de los nombramientos. Hay algunos provenientes del gobierno anterior de Martinelli, pero esos nombramientos fueron más por ser amigos y excompañeros suyos que por ser de Martinelli.
El presidente electo inició conversaciones, no solo con su partido sino con todos los partidos y fuerzas representadas en la nueva Asamblea electa, donde la más grande minoría es de Vamos, una exitosa coalición de diputados nuevos y jóvenes liderada por los diputados Juan Diego Vázquez y Gabriel Silva, quienes dedicaron tiempo y mucho esfuerzo solo a sus nuevos candidatos a diputados, alcaldes y representantes de corregimiento.
Mientras el presidente avanza en su ruta positiva, diputados de la facción Martinelli se dedican a lo contrario, insultando a los jóvenes de Vamos, postulando a la presidencia de la Asamblea al “amigo fiel” del señor Martinelli, y a la maleantería jurídica dedicada a impugnaciones que intentan que muchos de los nuevos diputados no ocupen sus curules el 1 de julio, lo que les permitiría nombrar una junta directiva y secretaría que burlaría la voluntad del soberano.
El Tribunal Electoral, respetando el debido proceso, tiene la obligación de resolver con celeridad y claridad para que el 1 de julio todos los diputados electos correctamente ocupen sus puestos.
La Asamblea tiene un sinnúmero de minorías, siendo Vamos la más grande, con 20 diputados; la mayoría en el pleno es de 36 diputados. El presidente parece sentir, y así lo ha manifestado, que sus proyectos siempre contarán con un consenso mínimo necesario para lograr su aprobación. Hoy, el sentimiento nacional es que eso podrá ser así.
La gran pregunta es cómo manejará el presidente los esfuerzos de su amigo Martinelli para tomar el poder de la Asamblea con sus acostumbrados métodos: maletinazos para alquiler y compra. Es una lucha de fuerzas: Presidencia (Mulino) versus Asamblea (Martinelli) que claramente se ve venir. Para ello, si el Presidente Mulino sigue jugando sus cartas como hasta ahora lo ha venido haciendo, y sigue procurando lograr consensos con la nueva fuerza joven en vez de con la maleantería, logrará una alianza con el poder ciudadano que rechaza la maleantería de la Asamblea (lo que se logró derrotando en gran medida su reelección).
Pienso que el presidente logrará ser, como él mismo lo ha dicho, “Presidente de todos los panameños”. Así las cosas, tendrá una “luna de miel” muy extendida con una gobernabilidad que superará con creces los gobiernos de la última década, logrando un gobierno que terminará con avances importantes y ubicará a nuestro Panamá nuevamente en su merecida posición de respetabilidad nacional e internacional. ¡Que así sea!
El autor es miembro fundador de La Prensa.