Que el país haya podido escuchar de viva voz las casi mil páginas de la vista fiscal en la audiencia preliminar del caso Odebrecht, con 50 imputados – casi todos de muy alto perfil –nos ha brindado un atisbo de esperanza por el casi destruido sistema de justicia.
Oír igualmente a los múltiples abogados de la defensa argumentar –no a favor de la inocencia de sus representados, sino sobre tecnicismos legales que intentan paralizar o posponer el proceso– ha servido (como lo sentenció el respetado abogado querellante) “para enterrar a sus representados”.
La vuelta del imputado mayor a sus payasadas de salud propias de su absoluta cobardía (como decía el poeta y valiente periodista Guillermo Sánchez Borbón) es “la cereza en el sundae”, que confirma una vez más el robo.
Está claro que es la fase preliminar. Que todavía falta el llamamiento a juicio, el juicio y las condenas. Pero esta primera fase ha comprobado varios asuntos importantísimos. Primero, que las anteriores fiscales anticorrupción (hoy castigadas vergonzosamente por el procurador encargado) se “jugaron el pellejo” por la justicia e iniciaron y llevaron una investigación seria. Segundo, que al separarlas, la jugada no resultó, ya que las fiscales que quedaron, más otros nuevos, completaron la investigación con igual seriedad, pericia y conocimiento, desenredando un entramado complejo tanto nacional como internacional, permitiendo una conclusión clara de delincuencia en los más altos niveles de nuestro gobierno.
Hay dos expresidentes involucrados. Al estar en el mismo proceso, se presta a la tentación de pensar que ambos “son la misma vaina”, cuando esto no refleja la realidad. Ambos se involucraron con, taparon a y recibieron plata –mucha plata– de una de las empresas más corruptas del mundo, pero hay diferencias: uno recibía monstruosas coimas por contratos públicos. Se subió a la silla con el expreso propósito de robar, acumulando billones (con B) para poder comprar a billetazos a todo el que se le plantara en el sistema de justicia. “Tendré más poder afuera que adentro” decía, jactándose. El otro como candidato, sin la bolsa de dinero suficiente, recibió la donación política que le sirvió para ganar. Error garrafal, porque sabía bien con quién trataba.
Aunque son cosas muy distintas, ambos tendrán que pagar por su error, pero con dimensiones distintas.
Siento que la población en general está impresionada muy positivamente con el trabajo detallado y concluyente de la Fiscalía Especial Anticorrupción, que constituye una luz de esperanza. Igualmente, no está para nada impresionada con el supuesto “dream team” de la defensa…. y se ríe de las payasadas de salud que inventa el principal imputado.
Ahora, quisiera dirigirme a aquellos ministros y funcionarios del actual gobierno dedicados a los negocios chuecos. Mírense en el espejo del proceso que hemos venido comentando
¡Mírense en el espejo! No hay beneficio alguno que valga la pena para quedar involucrado en un proceso como el que vemos desarrollándose hoy.
Piensen en su madre y padre, quienes tenían toda su esperanza puesta en el hijo que criaron para que fuera un hombre educado y con principios.
Piensen en su mujer, quien creyó que se casaba con alguien que sería un padre ejemplar para sus hijos.
Piensen en sus hijos, que estarán condenados toda su vida por tener un padre delincuente. ¿Qué puede valer esa triquiñuela en que están, para condenar a toda su familia para el resto de su vida?
Ya cuando anuncian una nueva obra, una nueva licitación y sus posteriores y acordadas adendas , contrataciones con sobreprecios coimeros, nuevos negocios en una Caja de Seguro Social quebrada, los panameños sabemos que no están pensando en el país, sino en cuántos millones malhabidos meterán en sus bolsillos.
¡Mírense en el espejo del proceso de hoy! Y corrijan sus conductas. ¡Quizá aún estén a tiempo!
El autor es presidente fundador del diario La Prensa.

