Mitos, compromisos y desacuerdos de la feria del libro



Dos eventos de suma importancia se realizaron en la Feria Internacional del Libro 2024. Uno fue el Congreso de Bibliotecarios: Bibliotecas como centros educativos, construyendo comunidades de aprendizaje, organizado por la Cámara panameña del libro y la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R.; el otro fue el Congreso Fortalezcamos habilidades docentes, organizado por la Red de docentes de español. Son importantes porque, dentro del contexto sociocultural nacional, bibliotecas y docencia son dos palabras clave que se transversalizan y articulan dentro del ecosistema de la educación panameña que, fuera del marco del programa cultural de la feria, deben posicionarse y ponerse de a acuerdo como instituciones a favor del tema de la lectura en Panamá.

La Feria del libro es un destacado evento cultural y comercial que ha creado mitos en el imaginario social nacional. No es el acontecimiento cultural más importante de la cultura como reza su campaña, pero sí es notable su aporte en la medida en que es un motor que activa al sector del libro y es una catapulta para los escritores panameños, sobre todo los emergentes. Históricamente la feria es dedicada a un país y esto permite conocer a escritores de esa nación. Las conferencias, presentaciones de libros y mesas redondas permiten actualizarse en diversos temas.

Otro mito es su marca internacional. Las primeras ferias lo eran. Hoy día las principales distribuidoras y librerías panameñas acaparan el recinto ferial y el resto es para los escritores y emprendedores que logran pagar un stand. Otro mito es que promueve la lectura. No hay estudios ni diagnósticos que midan, objetivamente, que la lectura ha mejorado gracias a la feria del libro. El hecho de que un librero vende en una semana lo que no vende en un año, no significa un aporte al problema de la lectura que tiene muchos bordes. Como la mayoría de las ferias en el mundo, la nuestra se da en la capital y por ende su impacto alcanza a los que pueden llegar a ella.

Volvamos al plato fuerte de este artículo. El tema de las bibliotecas (públicas, escolares, comunitarias, populares, etc.) y el tema de la lectura en la enseñanza son dos cuestiones que realmente podrían ayudar a que construyamos comunidades lectoras. Las bibliotecas son organismos que construyen comunidades de aprendizaje porque son instituciones de apostolado que responden a fundamentos humanos, sociales y culturales; los docentes y bibliotecarios son mediadores de lectura con formación y habilidades para crear escenarios favorables de lectura; al mismo tiempo, son una extensión para llegar al libro desde distintas experiencias de lectura. Sin embargo, ambos necesitan ayuda.

La Ley 392 del 2023 apoya con una contribución económica la Feria Internacional del Libro de Panamá. B/.300 000.00 no es una guayaba. Reconocemos el valor cultural de la feria, pero hay que ponerse de acuerdo en los términos y reglamentar la ley para que exista un apoyo real a las políticas de lectura en Panamá. Tanto MiCultura como Meduca cuentan con planes de lectura, pero esos planes no tienen suficientes recursos para ejecutar acciones, darle seguimiento y evaluar los procesos. Ni hablar del presupuesto anual destinado para las bibliotecas. De contar con apoyo, otro gallo cantaría.

La citada Ley en su artículo siete dice: “La Cámara Panameña del Libro desarrollará, como parte de su compromiso social, proyectos, programas y actividades que promuevan la educación, la lectura, el continuo fomento e incentivo a escritores nacionales, las diversas manifestaciones y expresiones culturales, al igual que el arte a nivel comunitario y nacional. Por tal motivo, dentro del programa anual de la Feria, se realizarán cursos para la formación de nuevos escritores, así como programas gratuitos de lectura y escritura dirigidos a estudiantes de centros educativos, de acuerdo con los objetivos del Plan Nacional de Lectura”. Reglamentando este párrafo; aquí hay muchos compromisos más allá de las acciones del programa de la feria que son efímeras.

¿La Capali tiene las metodologías para incentivar experiencias de lectura en la vida social? Es decir, en las familias, las bibliotecas populares, en comunidades barriales, indígenas y campesinas, en gremios de obreros, en asociaciones de jubilados y personas con discapacidad, en escuelas rurales, en centros culturales... Por eso es necesario llegar a acuerdos con las autoridades de educación y cultura; la lectura es un derecho, no un pasaporte a la feria.

La Ley añade: “La Cámara Panameña del Libro también procurará colaborar y desarrollar proyectos con las bibliotecas públicas del país. En tal sentido, deberá llevar a cabo capacitaciones anuales dirigidas al personal bibliotecario, de acuerdo con lo dispuesto en la Ley 331 de 2022, que establece el marco jurídico para regular las bibliotecas públicas, en lo relativo a la formación continua de dicho personal”. La Ley 331 tampoco está reglamentada y mientras siga así, seguiremos improvisando sin recursos y sin ponernos de acuerdo.

Entonces, para que realmente se hable, puntualmente, en términos de promoción de lectura y se acaben los mitos que solemos construir desde nuestro imaginario, como aquel de que en Panamá todos están leyendo porque vemos caravanas de buses llenas de estudiantes que llegan a Atlapa en el mes de agosto, debemos primero aprender a leer el país y su verdadera realidad que gravita en un espacio vacío de recursos, infraestructuras, voluntades políticas, compromisos y de acuerdos a los que parece que nunca vamos a llegar.

El autor es escritor.


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