Ya tiene el presidente un hermano embajador. Y dice que no es nepotismo porque su hermano está preparado, pero las acepciones de las palabras son precisas contra los hechos: si desde un cargo se designa a un familiar para un puesto, es nepotismo, que suele ser un síntoma de corrupción. Pero al que se le ocurra oponerse al nuevo embajador, le cae su rofeo presidencial.
¿Y la estrella estrellada del gobierno pasado? Sigue en su declive con una ministra empeñada en gastarse el dinero en lo que no resuelve el problema, o en alquileres de locales mientras las escuelas siguen su ruina igual que la Educación. Pero no hay rofeo desde Las Garzas para Lucy, que se convertirá en la más peligrosa ministra de educación de la historia panameña.
Cada día da más la sensación de que seguimos por el camiNito, quizás por la inercia, pero hay pocas luces en este gobierno, por muchas ruedas de prensa o viajes al exterior que se hagan para exigir que nos saquen de las listas opacas, pero se nombra embajador al hermano del presidente, como si en el extranjero no supieran que eso huele a nepotismo y poca transparencia como poco.
Nos tocará ver en pocos días a un montón de defensores patrios, presidiendo desfiles o de abanderados, que serían capaces de vender el país al primero que le ofrezca lo suficiente, todos ellos convencidos de que son los que están salvando la patria, mientras el resto se echa a las calles a gastar lo poco que tienen en quepis y uniformes para desfilar, como si eso fuese la única manera de celebrar.
Nos conviene un plantón ciudadano a las instituciones, para que se deje de gastar en fiestas patrias y navidades lo que no nos podemos permitir. Mientras no seamos capaces de levantar la voz para que se tomen en serio esta situación, seguiremos en las mismas, creyendo en la fantasía de que estos van a cambiarlo todo.
El autor es escritor