¿Qué valor tienen las bibliotecas en la comunidad y cómo aportan a la salud de la sociedad y al desarrollo? La respuesta depende del sentido y el propósito que las autoridades locales le dan a estos equipamientos culturales y cómo los enmarcan en sus planes y metas de desarrollo.
Cuando las autoridades locales tienen claro que las bibliotecas son organismos constructivos de base y que no solo organizan, conservan y clasifican información para la investigación y formación; cuando tienen claro que no solo son espacios para la inclusión y cohesión social, sino que también tienen un impacto directo en la economía igual que cualquier otra institución u organización, entonces podemos hablar del valor social y económico de las bibliotecas.
Veamos un breve ejemplo. Si en una biblioteca con espacios idóneos se realiza un seminario, hay costos de organización como servicios profesionales, publicidad, refrigerios, agua, insumos de aseo, almuerzos, papelería, etc. Los recursos que se invierten con el presupuesto de la biblioteca o la entidad organizadora se devuelven a la comunidad de muchas formas. Pensemos solo en los almuerzos que se compraron en esa fonda o restaurante. Requirieron insumos para la comida que se compró, el gas para cocinar, los platos para servir, el pago a las cocineras... es toda una cadena de proveedores de la economía local.
Esta introducción la hago porque quiero comentar con entusiasmo los planes municipales en términos de bibliotecas de dos jóvenes que ganaron las alcaldías de San Miguelito y de Arraiján. Ellas son Irma Hernández y Stefany Dayan Peñalba, respectivamente. Ambas dejan ver en sus propuestas la preocupación por rescatar y fortalecer las bibliotecas públicas. Deben servir de ejemplo para otros alcaldes que ni siquiera mencionan la palabra lectura.
Stefany Peñalba describe en su plan la construcción de un ambicioso Complejo Educativo y Recreativo (CER). El proyecto contará con una ciudad universitaria distrital, un parque biblioteca e instalaciones deportivas, como epicentro que fortalezca la educación, la cultura y el deporte para el desarrollo integral de Arraiján.
El parque biblioteca, dice la propuesta, será concebido como un espacio público dinámico, no solo para el acceso a la información y la lectura, sino también como un centro de aprendizaje interactivo. Este parque biblioteca no solo será un lugar para el conocimiento, sino que se convertirá en un lugar simbólico para Arraiján.
Arraiján tiene serios problemas de delincuencia y la idea de invertir en cultura puede ayudar a prevenir los delitos si se hace acompañado de programas que aspiren al crecimiento personal y comunitario.
Por su parte, Irma Hernández pondera el rol importante que ejerce la biblioteca Omar Torrijos en San Miguelito. Esta biblioteca no recibe apoyo ni fondos de las autoridades y es la única en el distrito más poblado de la capital. Su propuesta aspira a realizar un diagnóstico de la biblioteca y de los 10 centros de lectura del Plan Colmena. Esto me parece positivo porque los centros de lectura que están en las juntas comunales pueden ser canalizados con la biblioteca y darles un sentido y propósito.
También propone realizar convenios entre la alcaldía, la biblioteca Omar Torrijos y el Micultura para designar un presupuesto fijo para la biblioteca, seleccionar gestores culturales de la Dirección de Cultura que apoyen en el diseño y la ejecución del programa cultural de la biblioteca y para llevar el programa a las comunidades. Esto requerirá invertir en la formación del personal como mediadores de lectura, pero es posible.
La joven alcaldesa va más allá: propone apoyar a la biblioteca Omar Torrijos en el desarrollo de un programa educativo con los objetivos del Plan Nacional de Lectura de Panamá 2021-2025. Fortaleceremos las capacidades de los facilitadores del programa, lo llevaremos a las escuelas del distrito y organizaremos paseos escolares a la biblioteca. El hecho de mencionar el Plan Nacional de Lectura, que también debe ser fortalecido por el nuevo Ejecutivo, es algo positivo, porque ya existen lineamientos y objetivos que se pueden revisar.
El valor de las bibliotecas y su impacto económico en la comunidad va a depender de la voluntad política de las autoridades locales. Las bibliotecas, tratadas con dignidad, son el pulmón de una comunidad. Son espacios seguros de convivencia y de encuentro, de comunicación y participación ciudadana. Lo hemos repetido muchas veces: los países realmente desarrollados tienen bibliotecas que son un ejemplo de cómo las autoridades se preocupan por la educación y la cultura.
A nivel nacional, contamos con poco más de 50 bibliotecas. Una cantidad ridícula comparada a la cantidad de casinos y cantinas en cada poblado. Esta triste realidad puede cambiar si empezamos a invertir para fortalecer el valor social de las bibliotecas. Espero que las dos alcaldesas electas logren cumplir sus propuestas y que sirvan de ejemplo al resto de los alcaldes, porque la cultura no es un gasto; es una inversión.
El autor es escritor
