Así reza el artículo 35 de la Constitución de la República de Panamá: “Es libre la profesión de todas las religiones, así como el ejercicio de todos los cultos, con las limitaciones que exige el respeto a la moral cristiana y el orden público”.
A pesar de que el artículo refleja claramente la libertad de profesar cualquier religión como derecho ciudadano, la mención de la “moral cristiana” como marco de referencia deja en evidencia la histórica influencia del cristianismo en el país.
Las políticas sociales continúan siendo influidas y, en ocasiones, revisadas por la Iglesia católica. Si bien es cierto que el catolicismo es la religión predominante, no debería ocurrir que un gobierno tome decisiones basándose en conceptos morales relativos y sujetos a interpretaciones. Estas decisiones silencian, de manera sistemática, la realidad de familias enteras que aparentan conductas honradas, pero que, en el fondo, enfrentan problemáticas sociales que afectan a menores de edad, mujeres y ancianos, entre otros grupos vulnerables.
Cuando un padre católico abandona a sus hijos, ¿cómo permite la Iglesia semejante acto? ¿Acaso no es la familia “la primera iglesia del hombre”? Cuando un político roba al pueblo, ¿cómo acepta la Iglesia donaciones millonarias provenientes de esos actos? ¿Acaso Dios perdona al hombre que roba, golpea y viola, pero no a quienes deciden vivir una sexualidad libre y sin posturas hipócritas?
La mentalidad de que “La Biblia dice...” sigue carcomiendo a una sociedad plagada de mentiras. Este país sufre el daño antropológico de creer que vivimos en un Estado laico. Panamá no es un Estado laico.
Un Estado laico no obliga a niños de otras religiones a recibir clases de Religión en las escuelas. Un Estado laico no condena a miles de personas a mirar al cielo cuando un helicóptero pasa ondeando la imagen de la Virgen. Para muchos, la madre de Dios es también la naturaleza.
La influencia de la religión en la educación se manifiesta en el rechazo a la educación sexual integral que tanto ayudaría a evitar embarazos infantiles y en la negación de derechos reproductivos, el acceso a anticonceptivos, y el reconocimiento de la comunidad LGBTQ+. Además, hay poca divulgación de campañas contra leyes discriminatorias y un rechazo a propuestas progresistas que podrían llevar al país hacia el desarrollo social.
Recientemente, Standard & Poor’s redujo la calificación crediticia de Panamá, lo que alarmó a muchos por el impacto en la economía y el aumento del costo de la deuda. Sin embargo, ¿qué pasaría si también se cuestionara el diezmo? ¿Dónde están esas personas que no entienden el significado de estas noticias, pero aman a Dios sobre todas las cosas, son honestas y no han robado ni un peso?
Estas personas, engañadas por políticos y líderes que han causado los problemas actuales, siguen creyendo en quienes se escudan tras oraciones y utilizan el nombre de Dios para justificar su irresponsabilidad. ¿También para esto se necesita el permiso de la religión?
Hay 170 mujeres en La Biblia, pero solo hay una mujer que Jesús nos dice que recordemos, la esposa de Lot. Sodoma y Gomorra está ardiendo, y Dios envió ángeles para rescatar a Lot, su esposa y sus dos hijas. Y solo les dijo, no miren atrás.
Las mujeres panameñas continúan mirando al pasado. Y como la esposa de Lot, continúan sintiéndose estatuas de sal. Atrapadas en medio de una sociedad que condena radicalmente las libertades y en nombre de Dios, continúa minimizándolas. Y está en su educación, en sus mentes instalada esa app de que en verdad, tiene que ser así, porque así lo quiere Dios.
Hay una libertad desconocida en el futuro. Y limitar el desarrollo social de toda una nación, en el nombre de la religión, es voltear una y otra vez al pasado.
La autora es bibliotecaria, poeta y narradora.

