La necesidad humana de los silencios



Para el diálogo son necesarios dos: para escuchar y para reflexionar. En una época como la nuestra, donde el ruido de palabras ensordece hasta en la vida virtual, es fundamental recuperar el silencio como vehículo transformador de la convivencia.

Tanta gente habla y escribe y son tan pocos los que escuchan y leen que el diálogo civil se está viendo comprometido por una suerte de sordera dialéctica. No es posible aplicarnos al arte del diálogo si no ejercemos estos dos silencios.

Si no callamos para escuchar no podemos hacernos una idea de lo que el otro quiere decir.

Y esta verdad tan de Perogrullo es la que más daño hace. Hablamos, nos gusta lo que decimos, nos convencemos a nosotros mismos, pero de lo que el otro dice, nada: no nos importa, con decir nosotros es suficiente. Un silencio este que debe activar la escucha atenta, que es una forma de respeto. Escucho, comprendo, discrepo o estoy de acuerdo con conocimiento de causa.

El otro silencio es el reflexivo, ese que debemos hacer en nuestra razón para ponderar lo escuchado. Nos sirve como pórtico hacia el entendimiento, incluso desde la más absoluta discrepancia. Si en lo que leemos y escuchamos podemos encontrar pistas para la mutua edificación, el silencio reflexivo habrá dado sus frutos.

Necesitamos callarnos más.

Es fundamental escuchar y reflexionar. Sobran habladores, hacen falta escuchas más eficientes, necesitamos reflexionar más para alcanzar las soluciones que nuestros problemas sociales requieren.

Hacen falta instrumentos para el diálogo y uno de los primeros es sin duda el silencio. Si no nos escuchamos, terminaremos tan lejos los unos de los otros que la brecha será irreconciliable.

El autor es escritor 

LAS MÁS LEÍDAS