En medio de una severa crisis social, económica y política, Panamá enfrenta un nuevo año. El 2023 marcará el inicio del periodo electoral, con una administración de gobierno sin rumbo, sin ideas y con escasa capacidad para proponerle al país una hoja de ruta con miras a enfrentar los principales problemas de la población.
En momentos en que el país requería de una dosis de planificación estratégica, ordenamiento institucional y el uso correcto de los recursos públicos, nos explota en la cara una cruda realidad. No es más que el exabrupto de haber otorgado a una sola organización política, la centralización de todo el poder del Estado, a través de los órganos Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Urgen cambios que nos alejen de la penumbra y del pesimismo en el que nos ha sumergido este gobierno, mismo que durante la crisis sanitaria de estos últimos tres años, vulneró todos los códigos de nuestra democracia.
El antídoto para este mal político es ofrecerles a los ciudadanos una mejor oferta electoral, variada y extensa, mediante la diversidad de pensamientos que converjan en la pluralidad cultural representada en nuestra nacionalidad.
Una oferta vasta y diversa, donde se conjuguen tanto los partidos políticos de distintas ideologías como los candidatos de libre postulación con pensamiento independiente, para que juntos puedan expresar la voluntad y el espíritu de nuestra identidad nacional.
Poco favor le hacemos a nuestro país, promoviendo el encasillamiento electoral dentro de estructuras inflexibles que condicionan el accionar político a determinados conceptos preconcebidos.
Panamá cambió y es una realidad. No debe existir ningún tipo de precondición para la discusión de temas, así como tampoco ningún tipo de prerrogativa que condicione la participación política de todo ciudadano que aspire a ejercer un cargo público de elección popular.
Todavía asombran los carcamanes de la política, personajes con muchas pretensiones y pocos méritos, que intentan condicionar la oferta electoral de los ciudadanos, a través de los pactos de recámara, para obtener prebendas mediante el chantaje y la extorsión, con el fin de imponer condiciones para la conformación de alianzas electorales.
El problema de este panorama es el peligro que viene expandiéndose en toda la región. Ante el mal rumbo de nuestras instituciones, la ciudadanía comienza a dudar de la propia democracia. Y esto es algo que los demócratas, en ningún caso debemos permitir.
Que surjan nuevas voces es una buena señal para la democracia. Dividir es facilitar que aquellos que no quieren que nada cambie, vuelvan a gobernar.
Las próximas elecciones las ganará quien consiga construir la mejor alianza y la mejor alianza solo se construye presentando a los ciudadanos la mejor oferta electoral, con los mejores candidatos y candidatas para cada puesto de elección popular.
Necesitamos reinventar la democracia. Que los próximos gobernantes tomen decisiones políticas mirando por lo menos 20 años al futuro, evitar el cortoplacismo y empoderar a las nuevas generaciones.
Para lograrlo, se debe sumar a todos los que estén convencidos que es posible un mejor país y para ello hay que dejar que sean los propios ciudadanos y ciudadanas quienes escojan a los que deben liderar el cambio que Panamá necesita.
El autor es representante del corregimiento de Don Bosco.