Cada año vemos en nuestros hospitales gran cantidad de niños que llegan con quemaduras de diversos grados, que van desde el enrojecimiento de la piel hasta las más profundas lesiones en diversas partes del cuerpo, llegando incluso a la pérdida de dedos, manos, pies y extremidades que no solo dejan huellas físicas, sino severas alteraciones psicológicas. Fenómeno que aumenta en los periodos de fiestas de fin de año.
La atención a estos niños debe realizarse en áreas especializadas, como es el caso de la Unidad de quemados del Hospital del Niño, en casos especiales cuando se rebasa la capacidad de respuesta en Panamá, los Shriners International en coordinación con la Dra. Marvis Corro, trasladan al paciente en avión ambulancia rumbo a alguno de nuestros 22 hospitales en Estados Unidos, Canadá o México donde se le da atención integral totalmente gratis y se mantienen de ser necesario para su rehabilitación y cirugías posteriores hasta que cumplan 18 años de edad. Los costos del tratamiento son muy elevados y pueden estar alrededor de 5 mil dólares diarios, que son financiados por la filantropía. Además del apoyo recibido especialmente del despacho de la primera dama que financia el traslado de los familiares para que acompañen a sus pacientes menores de edad.
El 19 de diciembre de este año un grupo de nuestra organización visitó la unidad de quemados del Hospital del Niño para compartir con los niños unos minutos de alegría y diversión. Nos encontramos con una sala repleta con 13 pacientes quemados, de los cuales 1 era por quemadura eléctrica, 3 niños lesionados en los pies por basura encendida, 3 por aceite caliente, el resto se había quemado con crema, sopa o café caliente. Por fortuna, no encontramos ningún niño producto de quemaduras con bombitas o pirotecnia con pólvora, posiblemente porque aún no llegamos a Navidad ni Año Nuevo.
Observamos que a pesar de los esfuerzos realizados por la administración, la unidad de quemados se ha quedado chica para la demanda, la saturación de pacientes ha rebasado la capacidad física de la infraestructura, al punto que las cunas están prácticamente una junto a la otra con el consecuente peligro de infecciones cruzadas. Por supuesto que jamás habrá suficientes recursos para atender todas las necesidades, pero debo destacar que todas estas carencias son espectacularmente superadas con la calidad de las personas que ahí laboran, desde los médicos, enfermeras, personal para médico y de apoyo, realmente los vi en acción, con disciplina, respeto, profesionalismo y mucho amor a la humanidad expresado por un trato delicado a los niños. Ojalá esta mística fuera contagiosa y se transmita a los demás hospitales del país.
Siendo todas las causas de las quemaduras en nuestros niños prevenibles, considero que al país le es más eficiente, eficaz y feliz invertir más en promoción y en el fortalecimiento de la educación para la prevención de las quemaduras. He visto los esfuerzos del Ministerio de Salud, pero creo que la responsabilidad no es exclusiva de ellos, se requiere el concurso de todos, bomberos, educadores, padres de familia, la sociedad en general a través de las redes sociales y especialmente de los medios de comunicación social en la promoción de las buenas prácticas para evitar que nuestros niños se sigan quemando, ya que prevenir es mucho mejor que curar.
Llegamos con algunos regalitos pensando que éramos portadores de felicidad a los niños, sin embargo, nos llevamos mucho más de lo que trajimos al ver aquellos ángeles silenciosos, que sacrificando su familia entregan su vida al servicio de la humanidad en nuestros hospitales, lo cual me llenó y renovó la esperanza de que aún es posible sacar de algunos de nuestros hospitales el mercantilismo, la indiferencia y los conflictos de intereses, devolviéndole la mística al poner a los pacientes en el centro de todas nuestras acciones.
El autor es médico y economista de la salud
