No hay peor ciego que el que no quiera ver



Resulta inútil convencer a alguien de que vea lo que no quiere ver. De allí el significado de este refrán. Estamos en época electorera en Panamá, con abundancia de promesas y pocas propuestas políticas.

Definamos el significado de estas dos palabras. “Promesa”: expresión de la voluntad de dar a alguien o realizar algo. “Propuesta Política”: visión de conjunto, proyecto nacional, integración entre la acción política institucional del estado y el proceso social de desarrollo integral.

Con esta explicación, hagamos una catarsis de lo vivido en estos últimos años. Meditemos si en las elecciones pasadas escogimos a los mejores candidatos o si somos de los arrepentidos. ¿Nos equivocamos? ¿Pensamos en el futuro de nuestro país, de nuestros hijos, de nuestros nietos? ¿Formamos parte del clientelismo político? ¿Nuestros estándares de vida mejoraron? Las respuestas a cada una de estas preguntas... todos las conocemos.

Lo cierto es que una papeleta cada cinco años decide el destino de nuestro país. ¡Es nuestra arma democrática! Entonces utilicemos con fundamento esta oportunidad. Escojamos a los mejores. Razonemos a conciencia, con mente abierta, como se dice muy comúnmente: “open mind”.

Decidámonos por aquel que con valentía tenga la voluntad y el liderazgo para terminar con la corrupción, con la impunidad. Que tenga la experiencia, capacidad, madurez emocional y profesionalismo. Que no le tiemble la mano para mandar correctamente siempre dentro del marco legal. Acabemos con el “voto plancha”, que solo favorece a los partidos políticos dominados por cúpulas nefastas. ¡No más de lo mismo!

Basta de creer en “pajaritos preñados y cantos de sirena”, de políticos que cada cinco años se presentan en comunidades de difícil y fácil acceso, a cargar chiquillos, a besar y abrazar a “rey mundo y todo el mundo”, a regalar camisetas y gorras con sus nombres haciendo propaganda con nuestro dinero y prometiendo cielo, mar y tierra y todo en bandeja de plata. Promesas que van desde cambio de Constitución, carreteras aéreas, trenes, acabar con las “botellas” del gobierno saliente que generarían 4 mil millones de dólares, 500 mil nuevos empleos, cambio de horario laboral a 4 días por semana a razón de 10 horas por día, sin tomar en cuenta el Código de Trabajo y las convenciones colectivas existentes.

¿Quién se cree que un país con una deuda de 50 mil millones de dólares podrá cumplir con todas estas promesas, como si se cocinara un “bistec de dos vueltas”? ¡Estamos endeudados hasta el “tape”! Cada ciudadano nacido y por nacer lleva a cuesta una deuda de más de 11 mil dólares. Entonces, ¡no creamos en falsas promesas! ¡Son “puro tilín tilín y nada de paletas” para el pueblo, solo para sus arcas privadas!

Nos estamos jugando el futuro de nuestra patria, nuestra paz ciudadana. Recordemos que el peor ciego es aquel que no quiere ver.

La autora es arquitecta


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