El nuevo feudalismo panameño



Cuando la clase política ostenta fueros y privilegios más allá que cualquier ciudadano, el sistema de pérdidas y ganancias, parte fundamental del proceso de mercado, es reemplazado por un mercantilismo amiguista en donde el Estado decide deliberadamente dónde y con que individuos pueden transaccionar, y cuya frase insignia se convierte en “El Estado siempre gana”. Estamos siendo testigos del resurgimiento de los valores feudales, que poco a poco, reemplazan el Estado de derecho con el fin de avasallar a una población ante los caprichos de las estructuras políticas dominantes dentro de las instituciones vigentes.

Diputados, alcaldes, representantes y partidos políticos se sirven del monopolio de la imposición gubernamental para aumentar cada vez más su poder y aquel rol apadrinador que una vez jugó la Iglesia para con las monarquías, hoy es reemplazado por el beneplácito de un Tribunal Electoral que pasó de ser pilar de la democracia y una de las instituciones que contaban con la admiración y validación de la mayoría de los ciudadanos, a una más del grupo del Ejecutivo, Legislativo o Judicial.

En efecto, el Estado siempre gana, pero a costa de los ciudadanos, que son los únicos perdedores mientras son saqueados por unos cuantos, con ínfulas de nobleza, que creyéndose intocables miran con arrogancia y desprecio a aquellos a los cuales están llamados a servir.

Mentecatos, marginales, salvajes, criticones, ñañecos, de esta forma se han expresado sobre nosotros durante los últimos cuatro años, escudándose bajo una pretenciosa narrativa mesiánica, que, a pesar de ser fácilmente debatible por cualquier panameño, ellos no ven, o mejor dicho no quieren ver.

Si bien Adam Smith en su obra La riqueza de las naciones cataloga acertadamente al mercantilismo como “una economía al servicio del príncipe”, es indudable que en Panamá se está al servicio de la clase política y sus señores feudales, que cada vez más cargan al resto de la población con el peso de políticas públicas que buscan, bajo el disfraz de la filantropía, satisfacer sus deseos de poder, control y riqueza.

Solo queda seguir observando con atención como poco a poco la República solo queda como una fachada detrás de la que se esconden las verdaderas intenciones totalitarias de muchos que solamente quieren seguir viviendo a costa de todos los panameños.

Nuestro objetivo, entonces, debe ser limitar el Estado, devolverles el poder a las instituciones y al Estado de derecho y dejar de estar esperando cada cinco años mejorar nuestra elección, simplemente, y eso empieza con reconocer los excesos que le hemos permitido realizar a costa de la falsa filantropía con la que se nos venden en esos concursos de popularidad nacional que comúnmente llamamos elecciones.

Decía Bastiat “No se quiere solamente que la ley sea justa; se quiere también que sea filantrópica. No se está conforme con que garantice a cada ciudadano el libre y pacífico ejercicio de sus facultades, aplicadas a su desarrollo físico, intelectual y moral: se exige que esparza directamente sobre la nación el bienestar, la instrucción y la moralidad”.

El feudalismo panameño seguirá profundizándose y conociendo sus horas más oscuras mientras sigamos delegándole al señor feudal de turno nuestra libertad para ser prósperos, solidarios, justos y morales. Es momento de ser ciudadanos libres y responsables, Panamá lo necesita, si queremos librarnos del nuevo yugo que se cierne sobre nuestros hombros, el del burócrata y el político con ínfulas de rey.

El autor es miembro de la Fundación Libertad

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