La creación de un nuevo partido político es un proyecto de comunicación política. La cimentación ideológica, las mesas de consulta, los estudios cualitativos y el reclutamiento de adherentes son componentes de una estrategia de comunicación coordinada con el fin de construir un mensaje que se traduzca en poder.
Me interesa describir tres de las características de los más recientes partidos políticos en el mundo. Con el anuncio de la fundación de un nuevo partido, el “Movimiento Otro Camino”, de Ricardo Lombana, se vuelve relevante estudiar como, de gestionar pobremente su comunicación, estas características pueden convertirse en importantes debilidades.
Primero, este nuevo colectivo sigue una de las tendencias en el campo de la comunicación política de no referirse al mismo como “partido”, sino como “movimiento”. Tal fue el caso, por ejemplo, de “En Marche!” de Emmanuel Macron en Francia y el Movimento 5 Stelle en Italia. El desuso del término “partido” supone el reconocimiento de una percepción negativa hacia los partidos “tradicionales”, con una pizca de sentimiento antisistema. Énfasis en percepción, ya que a pesar de los nuevos “movimientos” contra el status quo, los partidos tradicionales permanecen siendo la principal fuerza política. Por eso, es insostenible negar la marca de partido a largo plazo.
Segundo, la diferencia entre los nuevos y los partidos establecidos es el mensaje de “alternativa”. Parte de la premisa que los “partidos tradicionales” son los mayores responsables de las dolencias históricas de la nación y que sólo con un nuevo “movimiento” (es decir, partido) el país podrá resurgir o cumplir cualquiera que sea su profesado destino. Es una línea de comunicación que ha servido exitosamente en Panamá. El caso más notable es el del Partido Cambio Democrático (CD). En el 2009, “el verdadero cambio” de Ricardo Martinelli proyectó a el expresidente y a su plataforma como esa prometedora tercera vía al bipartidismo PRD-Panameñismo.
El riesgo aquí es asentarse y perder el moméntum de “alternativo”. Volverse “mainstream”. Pasó con el CD y así está sucediendo con Ciudadanos en España. A pesar de su impresionante surgimiento hace diez años y excelente desempeño en las Generales del 2015, el partido está cayendo en los números.
Esto nos lleva a la tercera característica de los nuevos partidos que es el alto grado de personalismo imbuido en sus cimientos. Ciudadanos, por ejemplo, es sinónimo de Albert Rivera—un joven abogado, dinámico y elocuente—que es su presidente. Por ósmosis, las virtudes del líder se traspasan al partido. Pero así mismo las falencias. Este modelo requiere de un meticuloso cuidado de la confianza proyectada por el líder.
Estas características pueden ser fortalezas para avanzar el programa político del nuevo partido, siempre y cuando se orienten de manera estratégica y no se abuse ni de la negación de la etiqueta partido, ni del mensaje de alternativa, ni del personalismo. Lombana y aquellos que tomen la iniciativa deben tener esto en cuenta si quieren llevar adelante sus nuevos partidos.
El autor es estudiante de máster en Comunicación Política y Corporativa/Universidad de Navarra