“¿Por qué estás leyendo ese libro?”, me pregunta uno de mis compañeros de clases en mi colegio. Levanto la mirada y me desconcierto ante la pregunta. No podía creer que me preguntara las razones para leer un libro. Después me dice, “si no es para un examen, no leo ningún libro”. Y así como llegó, se fue a conversar con otros compañeros y yo me quedaba pensando y mirando el libro que tenía en mis manos. Pues no, no era para un examen ni para hacer un trabajo. Leía porque quería saber, conocer más a través de una historia y sus personajes. Mi razón para leer era para abrir la mente y explorar otros mundos y otros pensamientos y experiencias que solo podía alcanzar a través de la lectura. Recordando aquel incidente, me he dado cuenta de que estamos ante una escasez de mentes que puedan discernir, analizar, sintetizar, internalizar y aplicar las enseñanzas de un material escrito. ¿Estamos acabando con las mentes de nuestra juventud?
Hace un tiempo también comprobé que estamos graduandos estudiantes de escuelas secundarias con precarias habilidades en lectura comprensiva. Muchos tienen que escuchar a otros que les expliquen qué están leyendo. Y si el asunto es serio en lectura, ni hablar de la escritura. Las escuelas no están preparando a nuestros estudiantes ni a leer ni a escribir. Y sí, así los están graduando. He leído correos electrónicos de estudiantes a punto de graduarse de la universidad con una gran cantidad de errores ortográficos, sintácticos y pensamiento lógico. Algunos pensarán que se debe a la influencia de los aparatos electrónicos como los celulares, juegos, redes sociales y demás. Otros dirán que es falta de rigor y disciplina en los hogares. La verdad radica en una multiplicidad de factores que han influenciado la formación mental y anímica de nuestros jóvenes. Ahora hay que luchar contra el desgano, la falta de metas, y hasta las costumbres contemporáneas de ser “famoso” para conseguir un “me gusta” en alguna red social. Es como si estuviéramos ante una sociedad de cuerpos andantes sin objetivos ni enfoques. ¿Será más importante alardear riquezas sin trabajar?
Y con esta pregunta, surge el papel de las humanidades, ese grupo de disciplinas que involucra a la filosofía, la historia, la lingüística, las ciencias sociales y políticas, las artes y la literatura y el derecho. Con los enfoques actuales, los gobiernos ponen su atención en la formación técnica de los estudiantes y cómo generar ingresos a través del consumismo desenfrenado. Y en medio de todo esto, ¿dónde queda el ser humano? La escritora estadounidense Martha Nussbaum, autora de Sin fines de lucro, plantea: porque la democracia necesita de las humanidades, llama a la conciencia de los formadores de la juventud de hoy a pensar en el daño que se le está haciendo por obviar el importante papel de las humanidades. Estamos creando una sociedad consumista que no sabe construir sociedades en las que sus ciudadanos sean conscientes, responsables y empáticos. Esta misma autora es enfática al decir que nuestras sociedades van directo a un seguro descalabro, porque “las culturas democráticas necesitan que sus ciudadanos sean capaces de pensar independientemente, de concebir soluciones y vías alternativas para las decisiones prácticas, de respetarse a sí mismos y respetar a otros, de comprender la conducta ajena y ser capaz de ponerse en el caso de otras personas”. Ya no pensamos en qué nos hace una comunidad, sino en qué nos hace más individualistas.
Tenemos que rescatar el pensamiento crítico, la reflexión y la compresión de uno mismo y de los demás. Hay que rescatar al ciudadano civilizado, al que respeta su entorno como un templo y sus habitantes como entes significativos para la convivencia humana. No todo es dinero, riquezas, ganancias, concreto y acero. Por sobre todo eso, está el ser humano pensante y crítico que busca el bienestar propio y de los demás. No dejemos que nuestras mentes jóvenes sucumban ante los espejismos que saturan este mundo hostil y complejo. No dejemos que mueran nuestras mentes.
La autora es docente universitaria