El 16 de octubre se conmemora el Día Mundial de la Alimentación y, como en otros años, en el mundo y en especial en nuestra América Latina y el Caribe, se realizan centenares de eventos promovidos por distintos sectores de la sociedad para reflexionar hacia dónde vamos en materia de seguridad alimentaria, en especial en relación a la transformación de los sistemas agroalimentarios.
Esas reflexiones, así como los múltiples proyectos, leyes parlamentarias, políticas públicas y acciones privadas, actividades en el campo, en las ciudades y evaluaciones permanentes en el mundo universitario, que se han estado ejecutando o decidiendo a lo largo de estos años, entrarán en un momento de síntesis a lo largo del mes que acaba de iniciar.
América Latina y el Caribe podrían alimentar actualmente a más de 1,300 millones de personas, el doble de su población. Sin embargo, 56 millones de habitantes viven con hambre, lo que representa el 8.6% del total de sus habitantes.
En 2021, el 40% de su población (cerca de 268 millones de personas) se encontraba con inseguridad moderada o grave, y un 14% (más de 93 millones de personas) atravesaba la situación más grave de hambre.
Actualmente, el sobrepeso en los niños representa ya el 7.5% de la población infantil de menos de 5 años, mientras que la obesidad en adultos mayores de 18 años supera el 24%.
Esto significa que tenemos la absurda realidad de una doble carga de malnutrición: el hambre, el sobrepeso y la obesidad.
América Latina y el Caribe es la región con mayor costo de una dieta saludable en el mundo, el 22% de su población, más de 131 millones de habitantes, no accede a alimentos saludables.
Todo esto en una realidad en la cual la región produce el 14% de la producción alimentaria global, alberga el 45% del comercio internacional neto de productos alimenticios, además del 23% de las exportaciones mundiales de productos agrícolas y pesqueros.
Los niveles de pobreza y hambre que la región arrastra desde hace ya tiempo, sumado a los efectos de la covid-19 y los actuales conflictos militares, así como los devastadores efectos del cambio climático han generado una situación de inseguridad creciente, en especial si nos proyectamos a los próximos años.
Por eso debemos avanzar rápidamente en la transformación agroalimentaria, recurriendo a procesos de transición que consideren los intereses nacionales y locales, con atención especial a la producción sensible y la nutrición correcta, con transparencia de mercados y comercio, con capacidades técnicas y de innovación, mejorando políticas públicas, sistemas educativos alimentarios, con mayor protección social y coherencia en las políticas sociales, económicas y ambientales. Asimismo, debemos adaptarnos al cambio climático a partir de acciones anticipatorias ante las amenazas ambientales y reduciendo las emisiones de los sistemas agroalimentarios, en especial por deforestación y degradación de los bosques y suelos.
Las iniciativas de este mes especial se iniciaron el 29 de setiembre, con la conmemoración del Día Internacional de la Concientización sobre la Pérdida y Desperdicio de Alimentos. Luego continuamos celebrando el Día Mundial de la Alimentación en todo América Latina y el Caribe, con distintas iniciativas y la presencia de múltiples protagonistas de este enorme desafío que nos debe llevar a la erradicación del hambre y la pobreza.
Pocos días después, desde la sede central de la FAO en Roma, se realizará por primera vez una semana focalizada en las potenciales nuevas inversiones en los sectores agroalimentario, la ciencia y la innovación para la seguridad alimentaria, con la participación de presidentes y ministros de nuestra región. En paralelo, en nuestra región realizaremos en modo virtual una serie de eventos sobre los desafíos de la innovación agrícola y la seguridad alimentaria.
Este mes especial culminará en los primeros días de noviembre con el lanzamiento el informe Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional, con un análisis actual y pormenorizado de la seguridad alimentaria y nutricional de nuestra región.
Será un mes de reflexión y acción, para pensar nuestro futuro actuando con sinergias, integración e ideas claras de iniciativas, proyectos y programas de presente y de futuro, para revertir las actuales tendencias negativas.
El autor es representante regional de la FAO para América Latina y el Caribe

