Hace más de una década, el expresidente Guillermo Endara señaló los excesos y el despilfarro en las campañas electorales de aquel entonces. En respuesta, concedió una entrevista oportuna y necesaria. Aunque en ese momento no recibió la atención adecuada, hoy sus observaciones se han convertido en una realidad innegable. Hablaba de los peligros de que Panamá instaurara una plutocracia, donde solo los ricos y los bien conectados con el poder económico pudieran realizar campañas políticas, no solo una, sino varias, dedicándose enteramente a ellas sin tener que trabajar en otra cosa. La política panameña ha evolucionado hasta convertirse en una parte aceptada de la vida cotidiana. En Panamá, algunas personas viven de la política como un estilo de vida permanente. La plutocracia se manifiesta no solo durante y después de las campañas electorales, sino también a diario, ya que hay individuos que se dedican exclusivamente a actividades políticas sin involucrarse en otros trabajos reales y productivos.
La plutocracia, en su sentido clásico, es una clase de oligarquía en la que una sociedad está dominada o controlada por una minoría conformada por sus miembros más acaudalados, quienes ejercen el poder político. El uso inicial de este concepto se le atribuye a Jenofonte. En la perspectiva moderna, el concepto incluye la influencia de los adinerados en el poder y la opinión pública a través del control de los medios de comunicación. Es una crítica dirigida al sistema democrático, al sistema parlamentario e, incluso, al sufragio universal, indicando que los miembros más ricos pueden influir en las decisiones del pueblo para alinearlas con sus intereses.
La mayoría de los antecedentes históricos los encontramos en la Edad Media y el Renacimiento, donde ciertas familias formaron una oligarquía, generalmente de comerciantes y terratenientes, que controlaban el poder político y religioso con la finalidad de servirse a sí mismas. Con la Revolución Industrial, nuevos ricos ingresaron al plano político, aprovechando su poderío económico para financiar campañas y, sobre todo, leyes que favorecieron sus intereses. En la época moderna, son las empresas y grandes corporaciones las que han sustituido a las familias, buscando que las decisiones políticas y gubernamentales sean favorables o que, al menos, no las afecten económicamente. Esto también se manifiesta en la contribución de grandes sumas de dinero no solo a partidos y candidatos, sino también a causas específicas que las beneficien.
En Panamá, al igual que en otros países, surgió una oligarquía que logró acumular riqueza significativa. Varias familias aprovecharon sus contactos con el gobierno y la dictadura para obtener poder económico. Con la llegada de la democracia, estas familias transformaron su poder económico en poder político, estableciéndose como constructores, industriales y terratenientes. Invirtieron en nuevos protagonistas para seguir creciendo y controlando decisiones. Un libro que debemos recordar, y que debería ser de lectura recomendada en Panamá, es ¿Quiénes son los dueños de Panamá?, escrito por William Hughes e Iván A. Quintero. Este texto es una fuente crucial para comprender la dinámica del poder en el país, ya que en todos los gobiernos se observan los mismos apellidos en las esferas de poder. En Panamá, las grandes riquezas de algunas familias, beneficiadas durante la dictadura, ilustran cómo las conexiones políticas influyen en el crecimiento económico y profesional.
La plutocracia actual tiene la particularidad de ser excluyente, en el sentido de que margina a las personas que no provienen de familias adineradas o que no están conectadas políticamente con el gobierno de turno, quien tiene la aprobación final. La plutocracia es vista como la situación en la que la clase más adinerada de la sociedad controla y ejerce preponderancia en el gobierno del Estado. Es decir, un conjunto de personas ricas que, inicialmente, operan detrás del poder, pero que, una vez dentro, alcanzan notoriedad y ejercen influencia sobre las decisiones del gobierno.
La esencia de la plutocracia radica en su aplicación eficaz dentro de sistemas representativos, desviándose de la voluntad general para favorecer a las élites económicas. Asimismo, limita las capacidades y decisiones del mandatario en ejercicio para alinear sus acciones con los intereses de los plutócratas. En algunas sociedades, el mandatario puede ser removido en cualquier momento, no por la voluntad popular, sino por la de los plutócratas, cuando ya no cumple con sus propósitos. La plutocracia opera a través de grupos de presión empresariales o “lobbies”. Se manifiesta en el control político dentro de las democracias liberales: mayor poder económico implica mayor control y acceso en la sociedad.
Uno de los autores clave en el estudio de este fenómeno es Noam Chomsky, quien en su obra clásica El beneficio es lo que cuenta analiza el moderno sistema económico global. Critica la influencia del poder empresarial sobre los gobiernos, donde se priorizan los intereses corporativos y la acumulación de riqueza, dejando a un lado el bienestar general, las instituciones democráticas, los derechos humanos y el bienestar social. A diferencia de las dictaduras, que representan una amenaza directa a las democracias, la plutocracia actúa como una forma más sutil de dominación. Está estrechamente vinculada al poder económico y a las grandes corporaciones, que utilizan al Estado mediante diversos medios de influencia para asegurar que las decisiones gubernamentales beneficien únicamente a sus intereses.
En las democracias liberales, cuando no existen contrapesos hacia la plutocracia, se generan desigualdades y falta de representatividad en la toma de decisiones políticas que afectan a la sociedad. Esto refleja la realidad política en la que vivimos, donde los intereses financieros y económicos predominan en el gobierno, beneficiando a un pequeño grupo con poder económico. Hay diversos caminos por los cuales puede desarrollarse la plutocracia, principalmente a través de la financiación de campañas electorales y partidos políticos. De esta manera, los intereses de los plutócratas acceden al poder mediante intermediarios que rinden cuentas ante la sociedad, mientras los plutócratas se benefician de las decisiones tomadas, sin asumir las consecuencias.
El autor es abogado, investigador y doctor en Derecho.