Hace un tiempo -en aquellos oscuros días en que Donald Trump era presidente de los Estados Unidos-, The New York Times dedicó un editorial a la primera ministra de Nueva Zelanda, la misma que hace solo unos días sorprendió al mundo anunciando su retiro del cargo que ocupa desde 2017. “Estados Unidos merece una líder como Jacinda Arden... los líderes del mundo deberían unirse condenando claramente el racismo, compartiendo el dolor de las víctimas y despojando a los criminales de sus armas. La señora Arden ha mostrado el camino”, decía el editorial.
El texto citado aludía a los sucesos en Charlostteville, Virginia, donde supremacistas blancos atacaron violentamente a un grupo de manifestantes que pedían el retiro de la estatua del general Roberto E. Lee, un símbolo del sur esclavista en los Estados Unidos. A pesar de la muerte de una persona y múltiples heridos, Trump se limitó a señalar que había violencia de “muchos lados”, sin mostrar la más mínima empatía con las víctimas.
La reacción de la joven líder del partido laborista de Nueva Zelanda fue muy diferente, cuando tuvo que enfrentar la insensatez de la violencia racial en marzo de 2019 en la ciudad de Christchurch. En aquella ocasión, un supremacista australiano abrió fuego en dos mezquitas matando a 51 personas e hiriendo otras tantas, mientras utilizaba su teléfono para transmitir en vivo la masacre. A diferencia de Trump, Arden calificó lo sucedido como un ataque terrorista cobarde, acudiendo de inmediato a consolar a las familias de las víctimas, utilizando un hiyab como muestra de respeto. Su rostro adolorido le dio la vuelta al mundo.
Pero no solo fue un gesto; pocos días después propuso prohibir la venta de rifles de asalto y armas militares semiautomáticas en su país, lográndolo con el apoyo de la mayoría de los miembros del Parlamento. Compasión y empatía, al mismo tiempo que determinación e eficiencia.
Jacinda Arden, ícono mundial de liderazgo femenino y referencia de la política global de la izquierda democrática, defensora del pluralismo, la tolerancia y las acciones en defensa del planeta, ha decidido dejar el cargo de primera ministra de Nueva Zelanda, y nos deja a quienes admiramos su forma de gobernar, su dedicación y honestidad, sin un referente de la buena política.
Su eficiente manejo de la crisis sanitaria que paralizó al mundo en 2020, puso a la política de 42 años en el mapa global. En aquellos momentos de gran incertidumbre, Arden basó sus decisiones en las consideraciones de un grupo de científicos, logrando contener el virus. Entonces, todos volteamos la mirada hacia aquellas lejanas islas del Pacífico para saber quién era la mujer que las dirigía.
En realidad, su estrella brillaba desde mucho antes. Jacinda empezó su militancia política muy joven, mostrando desde sus años escolares compasión por los menos favorecidos de su entorno. Llegó al cargo de primera ministra de Nueva Zelanda en 2017 con solo 37 años, dejando en evidencia que era una líder carismática y empática; mientras al otro lado del mundo llegaba a la Casa Blanca, un hombre que presumía de su estilo autocrático, inflamable, errático, peligroso. La comparación fue inevitable y Arden se convirtió en un símbolo de resistencia y esperanza.
Al convertirse en madre cuando ya era primer ministra, decidió normalizar el desempeño de ambos roles como muestra de ese liderazgo feminista que encarnaba. Allí quedan para la historia las imágenes de una jefa de gobierno asistiendo a la Asamblea General de Naciones Unidas en 2018, con su hija en brazos.
Jacinda Arden se va cansada. No solo le falta energía para continuar enfrentando los graves desafíos económicos y sociales que la pandemia y las duras medidas que tomó provocaron en su país, sino para soportar las campañas de odios que estos días abundan. Campañas de odio fundamentadas en la ignorancia, la violencia, la miseria humana.
“Espero dejar a los neozelandeses con la creencia de que se puede ser amable pero fuerte, empático pero decisivo….. Sé lo que requiere este trabajo y sé que ya no tengo suficiente en el depósito para hacerle justicia. Es así de sencillo”, fue el mensaje que daba a su partido, sus conciudadanos y el mundo hace unos días.
En momentos en que se producen en Panamá las primeras escaramuzas para determinar quienes serán los candidatos que intentarán llegar al Palacio de las Garzas, la Asamblea Nacional, las alcaldías y los corregimientos en 2024, es inevitable comparar.
En nuestro país abundan los políticos dedicados a destruir la institucionalidad democrática, al tiempo que incrementan de forma muy cuestionable su patrimonio, pero también vemos con esperanza la vitalidad de nuevos liderazgos surgidos principalmente fuera de los partidos políticos, que están demostrando con sus acciones que la buena política es posible.
Ya Jacinda Arden no es primera ministra de Nueva Zelanda. Ayer 25 de enero, fue la ceremonia de investidura de su sucesor Chris Hipkins, y quienes creemos en la posibilidad y la urgencia de un liderazgo político honesto, empático, cercano y comprometido, la extrañaremos.
La autora es presidenta de la Fundación Libertad Ciudadana, TI Panamá