Vivimos ante la incertidumbre. El cambio climático se alza como un desafío que ya es parte del presente de nuestro planeta y específicamente en América Latina y el Caribe. Esta región, rica en diversidad y cultura, se encuentra en la encrucijada de un escenario donde la variabilidad climática y los fenómenos extremos ganan cada vez más protagonismo, y a medida que el cambio climático amplifique estas cuestiones, la urgencia de una acción colectiva se vuelve más apremiante que nunca.
Es por ello que los espacios de discusión y coordinación regional se hacen imprescindibles en nuestros esfuerzos para contrarrestar lo que, por ahora, parece irreversible. A partir de hoy comienza en Panamá la Semana del Clima de América Latina y el Caribe 2023, un escenario que sirve como antesala a la COP28 y donde diversos actores, desde políticos hasta la sociedad civil, intercambiarán información sobre soluciones climáticas y los próximos desafíos a enfrentar.
La región es particularmente vulnerable debido a la exposición a amenazas naturales, el cambio climático, la densidad de población en áreas urbanas, la desigualdad, la pobreza, la inestabilidad política, los desplazamientos masivos y la violencia. Estos factores se entrelazan y crean una situación de vulnerabilidad que desafían la preparación, respuesta y recuperación frente a desastres.
El informe Panorama de los Desastres en América Latina y el Caribe 2000 - 2022, elaborado por la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios y la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres revela que más de 190 millones de personas en la región han experimentado los efectos de desastres de origen natural en este período.
Los eventos climáticos extremos, como tormentas y sequías, son especialmente preocupantes debido a su frecuencia e intensidad crecientes. Además, el Banco Mundial advierte que para 2050, más de 17 millones de personas podrían verse desplazadas en la región debido a los efectos del cambio climático.
Según las previsiones climáticas actuales, en 2030 el mundo se enfrentará a unos 560 desastres de mediana y gran dimensió al año, mientras que se calcula que 37.6 millones de personas vivirán en la pobreza extrema debido a los efectos del cambio climático y los desastres. Se calcula que en el “peor de los casos”, el cambio climático y los desastres sumirán en la pobreza a otros 100.7 millones de personas de aquí a 2030.
El fenómeno de El Niño, con su influencia impredecible en los ecosistemas y la biodiversidad de la región, se presenta como un desafío multifacético y particularmente retador según las proyecciones de este año. Con el agravante del cambio climático, que aumenta la intensidad de los fenómenos extremos, la pérdida de biodiversidad se acelera debido a la alteración de hábitats naturales y la contaminación, mientras la limitación de recursos financieros en la región complica aún más la respuesta a los impactos de El Niño.
Este complejo y diverso escenario, que afecta particularmente a los más vulnerables, debe ser prioridad para los Estados miembros de Naciones Unidas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La colaboración entre gobiernos, organizaciones internacionales y la sociedad civil se erige como clave para abordar estos y otros desafíos.
Y Panamá es un gran escenario para coordinar estos esfuerzos. La posición geográfica estratégica de Panamá, como lo señala la histórica Carta de Jamaica de 1815, la convierte en un punto de encuentro y conexión. Esta tradición internacionalista de Panamá se refleja en su compromiso con la diplomacia y la cooperación multilateral, reafirmada desde 1948, cuando Ricardo J. Alfaro participó en los procesos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Además, mañana, martes 24 de octubre, se celebra el Día de las Naciones Unidas, que marca el aniversario del día en que entró en vigor la Carta de las Naciones Unidas en 1945, y que es un impulso añadido para reafirmar nuestro compromiso con un mundo en el que los desafíos globales, como el cambio climático, se aborden de manera conjunta y solidaria.
Los desafíos climáticos que enfrentamos en América Latina y el Caribe no son un problema que pueda resolverse de manera aislada. Requieren un esfuerzo conjunto, una colaboración que trascienda fronteras. Uno de estos ejemplos es la iniciativa Alerta Temprana para Todas las Personas, lanzada el año pasado por el Secretario General de ONU y que propone proteger con sistemas de alerta temprana multiamenaza a todas las personas del planeta en los próximos cinco años.
La COP 28, que se celebrará en los Emiratos Árabes Unidos en diciembre, es un hito crucial en nuestra lucha contra el cambio climático. Este evento reunirá a líderes de todo el mundo para discutir estrategias y compromisos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigar los impactos del calentamiento global. La COP28 es una oportunidad para adoptar medidas globales para revertir las pérdidas y daños ocasionadas por los efectos del cambio climático y los desastres asociados, como también es una oportunidad para que nuestra región tenga una voz fuerte y que resuene.
Ese rol regional lo fortaleceremos durante esta semana. Nuestro futuro depende en gran medida de la acción que se tome en este momento crítico. Urge que nos pongamos manos a la obra, de manera colectiva, para forjar un futuro más resiliente, seguro, equitativo y sostenible para América Latina y el Caribe.
Los autores son jefes de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios y para la Reducción del Riesgo de Desastres de la Oficina regional para las Américas y el Caribe
