La Real Academia Española (RAE) define el concepto de “disrupción” como “rotura o interrupción brusca”, y es precisamente eso lo que está provocando la inteligencia artificial (IA). La IA está transformando la manera en la que tradicionalmente se han hecho las cosas. ¿Qué cosas? ¡Todas! Hace más de 20 años, encontrar ejemplos documentados del uso de la IA en las organizaciones resultóba una tarea que requería recurrir a unos pocos libros actualizados ya un gran número de artículos científicos para poder contar casos actuales en mi clase. Hoy en día, ocurre lo contrario: nos vemos desbordados por los numerosos ejemplos del uso de la IA, ya no solo en las organizaciones, sino en el día a día de la gran mayoría de las personas. Desde aplicaciones que nos indican cuál es la mejor ruta para evitar el tráfico, hasta sistemas que permiten generar imágenes o vídeos a partir de una instrucción, la IA lo está revolucionando todo.
Si bien es cierto que el concepto de IA no es nuevo y que en el ámbito especializado ya se preveía un gran avance durante esta década, desde la publicación de ChatGPT en noviembre de 2022, la carrera tecnológica se ha acelerado. Con frecuencia surgen nuevos productos y servicios basados en IA con la capacidad de transformar sectores enteros. Hay que ser conscientes de que no nos hemos enfrentado a una situación similar anteriormente, y esto nos obliga a reaccionar de manera rápida y adecuada para subirnos al tren de la IA, un tren al que no podemos permitirnos no subirnos. En el último año, se han puesto en marcha algunas iniciativas en la región que buscan guiar la adopción de la IA en distintos países, generalmente a través de estrategias nacionales que buscan impulsar el desarrollo y el uso ético de la IA.
La definición de una estrategia de IA es un paso ineludible hacia una correcta adopción y posterior regulación de esta tecnología. Desde la definición de los sectores estratégicos del país, comenzando por la salud y la educación, hasta la medición del impacto de esta tecnología en la sociedad, la estrategia servirá como una hoja de ruta que proporciona una guía clara para el corto, mediano y largo plazo.
El reto global que plantea esta tecnología obliga al Estado a estar preparado para responder con eficacia. Además de la definición de una estrategia de país, es fundamental contar con la infraestructura tecnológica necesaria, no para competir con los grandes desarrolladores de IA, sino para responder a las necesidades del país. Asimismo, convendría revisar ciertos aspectos de las políticas relacionadas con uno de los elementos fundamentales de la IA: los datos.
La tecnología debe ir acompañada del talento humano necesario para afrontar un reto como el que plantea la IA. Por esta razón, el Estado debe definir políticas claras para la atracción y formación de talento especializado. Para lograrlo, será clave establecer alianzas con el sector académico y el sector privado. Estas alianzas también deben servir como base para la implementación de la estrategia nacional.
La IA tiene un impacto transversal en la sociedad y la economía, por lo que su regulación debe encontrar un equilibrio entre fomentar la innovación y garantizar la responsabilidad. Sin una profunda comprensión de las dinámicas y retos que plantea la IA, cualquier intento de regulación podría resultar ineficaz o contraproducente. Panamá necesita primero una estrategia clara que defina las prioridades y objetivos nacionales en materia de IA. Solo a partir de esta estrategia será posible diseñar un marco regulatorio flexible y adaptable, capaz de responder con agilidad a los rápidos avances tecnológicos sin frenar la innovación.
Panamá se encuentra en un momento clave para subirse al tren de una tecnología cuyo verdadero potencial apenas empezamos a vislumbrar. Las decisiones que se tomen ahora determinarán si el país logra aprovechar esta oportunidad o si, por el contrario, será arrastrado por el ritmo de su avance.
El autor es profesor/investigador en la Universidad Carlos III de Madrid y subdirector del Máster en Inteligencia Artificial Aplicada.