El mundo está moviendo capital como nunca antes hacia soluciones que transforman la vida de las personas y regeneran el planeta. La inversión de impacto ya no es una tendencia emergente: es un mercado consolidado y en expansión que, según el Global Impact Investing Network (GIIN), gestiona 1,300 mil millones de dólares en activos bajo gestión (AUM, por sus siglas en inglés). Esto equivale a 1.3 billones de dólares en la escala corta utilizada por los mercados financieros internacionales. Sin embargo, solo el 5% de estos fondos se destinan a América Latina, lo que representa aproximadamente 65 mil millones de dólares para una región con enormes desafíos y oportunidades de transformación. Y, en este contexto, Panamá no ha estado muy presente en esta conversación.
Hasta ahora, el financiamiento de iniciativas sociales y ambientales ha dependido, en gran medida, de la filantropía y la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Ambas siguen siendo valiosas, pero el mundo ha evolucionado hacia un enfoque que integra el impacto social y ambiental como un componente estratégico del modelo de negocio y no solo como un esfuerzo adicional. La inversión de impacto llena ese espacio: canaliza capital hacia empresas y proyectos que abordan desafíos sociales y ambientales de forma sostenible y escalable. Las grandes empresas pueden convertirse en inversionistas clave, estructurando o aportando a fondos y apoyando iniciativas transformadoras, mientras que las MiPyMEs tienen la oportunidad de nacer o adaptarse integrando el impacto desde su esencia. Se trata de construir un ecosistema donde todos los actores sumen desde su rol.
En Europa y Norteamérica, la inversión de impacto ha madurado rápidamente gracias a marcos regulatorios claros e incentivos fiscales. Pero en América Latina, y particularmente en Panamá, el modelo aún no se integra de manera sistemática en las estrategias financieras y de desarrollo empresarial.
Los vehículos de inversión de impacto priorizan la medición rigurosa del impacto socioambiental y ofrecen alternativas financieras como el capital paciente, la deuda de impacto y el blended finance. Estas herramientas movilizan recursos hacia sectores clave según los objetivos de desarrollo del país. A diferencia de la inversión tradicional, combinan rentabilidad con objetivos claros de impacto, fomentando la regeneración de los ecosistemas y el desarrollo social de las comunidades.
El reciente Foro Latinoamericano de Inversión de Impacto (FLII) en Mérida, México, reunió a más de mil líderes globales comprometidos con acelerar esta agenda en la región. El encuentro confirmó el potencial de América Latina para atraer capital y liderar soluciones innovadoras a los desafíos más urgentes del planeta. Pero es necesario consolidar ecosistemas robustos que canalicen estos recursos hacia proyectos de alto impacto.
En Panamá, las MiPyMEs representan un sector con un enorme potencial para liderar esta transición. Son empresas que pueden integrar el impacto en su ADN desde el inicio o adaptarse rápidamente. La conversación sobre inversión de impacto aún es incipiente y los recursos públicos y privados disponibles para el desarrollo de las MiPyMEs no han incorporado del todo, criterios de impacto en sus estrategias. Esto abre un camino inexplorado, para estructurar vehículos financieros con objetivos de impacto, atrayendo además inversión extranjera que busca destinos comprometidos con la regeneración y el desarrollo sostenible.
Ya existen iniciativas en el pais que preparan a las MiPyMEs para integrarse a este nuevo paradigma, ayudándolas a incluir impacto en el centro de su modelo de negocio; eso hacemos en Bloom Innova. Así, se conecta con capital global dispuesto a financiar soluciones que resuelvan los desafíos urgentes de la región y de paso se potencia el ecosistema empresarial que eleva el estándar del desarrollo en Panamá.
El mundo ya no debate sobre la necesidad de la inversión de impacto. La conversación es cómo expandirla y escalarla de manera efectiva. Panamá puede y debe tomar su lugar en esta transformación global. Es el momento justo de actuar y liderar el cambio hacia una economía regenerativa y sostenible.
La autora es cofundadora de Bloom Innova - empresa miembro del centro de Innovación de Ciudad del Saber. Experta en sostenibilidad e innovación. Directora de Desarrollo Institucional y Comunicaciones de ANCON.

