Panamá merece algo mejor



La ciudad de Panamá, conformada por los distritos de Panamá y San Miguelito, atraviesa un período de abandono sin precedentes. Han transcurrido casi seis meses desde el inicio de la nueva administración y, lejos de encontrar soluciones a los problemas más urgentes, los ciudadanos presenciamos una desconexión evidente entre las autoridades y la realidad que enfrentamos diariamente. Mientras el alcalde del distrito de Panamá se distrae en actividades superficiales, repitiendo como un mantra vacío que “La Ciudad de Panamá va a brillar”, la verdad es que la ciudad se hunde en la oscuridad del desorden, la suciedad y la indiferencia.

La capital del país, que debería ser un ejemplo de progreso y desarrollo, es hoy un reflejo de todo lo que está mal en la gestión pública: calles invadidas de basura, indigentes viviendo entre los desechos, drogadictos y alcohólicos deambulando sin rumbo, y un ambiente de insalubridad que espanta a los propios ciudadanos y a los pocos turistas que se atreven a visitarla. Esta situación no es solo vergonzosa, es inaceptable.

¿Cómo puede una ciudad que aspira a ser el centro financiero y logístico de la región presentarse ante el mundo como un lugar maloliente, caótico y peligroso? Los problemas no terminan ahí. Las calles destruidas son un testimonio de la negligencia institucional, mientras el tráfico diario asfixia la productividad y el bienestar de los ciudadanos. Los cortes de electricidad y la inseguridad reinante, con robos, asesinatos y la actividad impune de bandas criminales, completan un panorama desolador.

En San Miguelito, la situación es igual o peor, con una administración local que parece ignorar la magnitud de los desafíos que enfrenta. El deterioro ambiental, social y sanitario en ambos distritos ha alcanzado niveles intolerables. Ahora escuchamos al presidente hablar de resolver el problema de la basura a través de una Asociación Público-Privada (APP). Pero, ¿es esta una solución realista o un intento más de maquillar la crisis?

Cualquiera que conozca la realidad financiera del país sabe que atraer a una empresa para asumir este proyecto requerirá concesiones desventajosas, perpetuando un modelo de dependencia y beneficios limitados para los ciudadanos. En lugar de vender el futuro de Panamá a bajo precio, es hora de cambiar la narrativa: la basura no es un problema del que hay que deshacerse, es una oportunidad económica. Países en todo el mundo están demostrando que los residuos pueden ser una fuente de ingresos, empleos y desarrollo sostenible. ¿Por qué Panamá no puede hacer lo mismo?

Las soluciones no son complicadas, pero exigen valentía y voluntad política. Un modelo de gestión integral de residuos, apoyado por campañas de educación ciudadana, puede transformar este caos en progreso. Programas de rehabilitación para indigentes y drogadictos, junto con oportunidades de reinserción laboral, son esenciales para recuperar el tejido social.

Es urgente modernizar la infraestructura, mejorar la movilidad y garantizar un suministro eléctrico estable. La seguridad debe ser prioritaria, con una estrategia integral que combine tecnología, presencia policial efectiva y justicia oportuna. Pero, sobre todo, necesitamos líderes que estén dispuestos a hacer el trabajo duro, no a posar para redes sociales o repetir slogans vacíos.

La ciudad de Panamá y San Miguelito no necesitan discursos, necesitan acción. Si las autoridades actuales no tienen la experiencia o la visión necesaria, deben rodearse de personas competentes y actuar con la urgencia que esta crisis demanda. Los ciudadanos no podemos seguir siendo espectadores de una gestión deficiente. Merecemos una ciudad limpia, segura y funcional, donde vivir no sea un castigo, sino un orgullo.

La transformación de Panamá no es opcional, es imprescindible. Y no puede esperar. La frase de Benicio Robinson, “Panamá votó por una ilusión”, no debe convertirse en una realidad irreversible. Es momento de exigir resultados y demostrar que, más allá de las promesas, hay un compromiso real con el bienestar de los panameños. ¡Ya basta de promesas! ¡Los panameños merecemos algo mucho mejor!

El autor es ingeniero.


LAS MÁS LEÍDAS