La rueda de prensa del presidente José Raúl Mulino del pasado jueves es la definición de desastre. Su semblante y gesticulación reflejaban la presión del cargo, pero si va a rendir cuentas, lo debe hacer con la verdad y respeto. La campaña de difamación del presidente Trump la sufrimos todos, no solo él, por lo que este es un momento de solidaridad nacional. Pero el jueves, Mulino se equivocó contundentemente en actitud y discurso.
Hablemos de su actitud. Lo primero es que enfureció a mucho por su arrogancia. Atacó innecesariamente a periodistas, olvidando que si quiere respeto debe dar el ejemplo. Si no le gustan las preguntas, no los convoque más, porque precisamente para eso los llama: para que le pregunten. Y si cree que los cuestionamientos no están a su altura, recuerde, señor Mulino, que los periodistas somos fiel reflejo de ese bodrio de educación que nos da el Estado desde hace más de medio siglo. No se queje del nivel, porque en parte usted es responsable –como político y gobernante– de que estemos en esa sima que tanto lo fastidia.
Y la queja que tiene contra los periodistas es la misma que tenemos de sus nombramientos en el cuerpo diplomático, entre los que reina la ignorancia rampante, sin hablar de la actitud, pues no hay nada peor que la ignorancia empoderada, y de eso sobra en su gobierno. Quizás esa sea la razón por la que no vemos a sus embajadores en defensa del país. Quizás por temor –justificado– a que metan las cuatro con lo que digan y hagan, pues algunos de ellos son producto de la misma educación que también recibimos los periodistas. Antes de criticar a los demás, empiece por reconocer sus propios errores.
Su actitud fue la de un pendenciero con las personas equivocadas. Si quiere ser un bravucón, tuvo su oportunidad con Rubio, pero qué cobardía es hacer que los periodistas paguen porque no puede ser el arrogante que es con sus interlocutores norteamericanos. Si a usted no le gustaron las preguntas, sepa que a nosotros –periodistas y ciudadanos– no nos gustó el tono en que las respondió. Y solo por respeto a su cargo fue que su rueda de prensa no se convirtió en un intercambio de insultos.
También le recuerdo que su soberbia no va acorde con el respaldo que recibió en las elecciones. Sabe bien que obtuvo solo el 35% de los votos, sin hablar de dónde vinieron. Y con todo, muchos tragan sapos por apoyarlo en esta lucha. Agradezca y no descalifique.
En cuanto a su discurso, me parece un disparate hablar de los ataques de Trump solo los jueves. Es ridículo, porque todos los días mienten, y el cuento del peaje gratuito para los buques del Gobierno estadounidense estuvo rodando desde antes del jueves. ¿Por qué esperar para desmentirlo?
Dijo que su estrategia para afrontar estos ataques no la revelará, casi que no es de nuestra incumbencia. En cambio, la de Estados Unidos –que tampoco ha sido revelada– por alguna razón la vemos, sentimos, palpamos, leemos y sufrimos, pero la de Panamá no suena ni en Soná. Mulino ridiculizó a muchos llamándolos “opinólogos y comentólogos” por ejercer su libertad de expresarse. Pero es que estamos en democracia y todo el mundo puede opinar, como cuando usted, señor Mulino, lo hacía antes de ser presidente. ¿O es que no recuerda cuando fue a comentar sobre el establecimiento de relaciones diplomáticas con China o sobre la situación legal de Martinelli? Opinólogos sí, señor Mulino, igual que usted.
Por último, dijo: “No necesito compañero de viaje [… de ninguna índole…] para defender nuestro interés nacional”. Mulino quizás esté en lo correcto, pero debe ser de la minoría, porque, a juicio de muchos que saben tanto o más que él, sí se necesitan. Bastaría con hablarles para sumarlos a nuestra causa, pero los desprecia como poca cosa. Supongo que tampoco querrá la compañía de quienes lo adversan, aunque a su manera lo apoyan. Lamentablemente –y parafraseando una de sus respuestas– le recuerdo que este país tiene un presidente, pero el presidente no es el dueño del país.