Casi un siglo atrás, el filósofo italiano Antonio Gramsci elaboró algunas observaciones sobre el debate científico que conservan interés. Indicó, por ejemplo, que en la discusión científica “demuestra ser más ‘avanzado” quien entiende que el punto de vista del adversario “puede expresar una exigencia que debe incorporarse, aunque sea como momento subordinado, a la propia construcción”, pues esto permite adoptar un punto de vista crítico, “el único fecundo en la investigación científica”, cuyo propósito fundamental es la búsqueda de la verdad (Introducción a la filosofía de la praxis, 1967).
A esto solo cabría agregar dos cosas. Desde nosotros, lo advertido por la Dra. Carmen Miró, al señalar que no existen críticas constructivas ni destructivas, sino fundamentadas o infundadas. Y desde la teoría general del conocimiento, que lo falso usualmente resulta de la exageración unilateral de uno de los aspectos de la verdad.
Esto tiene su importancia, pues nuestra concepción del mundo nos relaciona con “todos los elementos sociales que comparten un mismo modo de pensar y de operar”. Por ello, Gramsci nos advierte sobre los peligros de aquella fe supersticiosa en la ciencia que “va acompañada, en realidad, de la mayor ignorancia de los hechos y de los métodos científicos” y lleva a concebirla “como una brujería superior”, lo cual debe ser combatido promoviendo “un mejor conocimiento de las nociones científicas esenciales, y divulgando la ciencia por obra de científicos y de estudiosos serios”.
Lo importante, agrega, es que la ciencia “es una categoría histórica, un movimiento en constante desarrollo” condicionado – entre otras cosas – por la formación y las transformaciones “de la inteligencia histórica de los científicos individuales”. En esta perspectiva, lo que resalta es sobre todo “la cultura, la concepción del mundo, la relación entre el hombre y la realidad con la mediación de la tecnología”, pues toda la ciencia está ligada “a las necesidades, a la vida, a la actividad del hombre”.
De la calidad de esa relación en cada sociedad da cuenta el papel de la ciencia en su desarrollo. Si su oferta está condicionada por la demanda que recibe, la clave de su desarrollo está en mejorar esa demanda.
El autor es doctor en estudios latinoamericanos e integrante de Ciencia en Panamá.

