El mercado es un concepto de la economía que, groso modo, implica intercambio de bienes o servicios. Resaltan otros conceptos relacionados, tales como la oferta, la demanda, los consumidores, los productores, la competencia, los valores y los bienes, entre otros. El concepto de valor pasó luego a ser objeto de estudio de la axiología, rama de la filosofía, considerando aquella cualidad inherente (o no) a un objeto. Sin esta cualidad, el objeto no sería apreciado ni existirían juicios de valor éticos, estéticos, económicos, intelectuales, religiosos, etcétera.
Los valores intelectuales son adoptados por el ser humano solo a través de la educación. Mucho se ha escrito sobre la educación como vehículo de formación, no como mera instrucción ni capacitación (que se adquiere en un manual de usuario). Desde la filosofía clásica grecolatina hasta la modernidad se estableció la necesidad que el hombre se forme en distintas disciplinas: desde el trivium-quadrivium medieval hasta las actuales, las humanidades, el arte, la ciencia y la tecnología.
La pregunta es: ¿quién demanda la formación de hombres y mujeres integrales: una multinacional, una empresa, el Estado o la humanidad misma? ¿Quiénes deberían ofertar una educación integral para la humanidad? Cuando se educa para la humanidad se forma a hombres y mujeres con una perspectiva que permita conocernos, relacionarnos, respetar la biodiversidad y reconocer la ciencia y la tecnología como un instrumento (no como un fin mismo).
Es preocupante cuando distintas instituciones desvirtúan la real necesidad humana de formar hombres y mujeres íntegros por instruir un “capital humano” técnico. Esta perspectiva crea la funesta competencia entre distintas instituciones superiores, que procuran crear y ofertar un sinnúmero de programas “académicos” sin contar con el aval financiero para sustentar un claustro docente calificado, los recursos tecnológicos y la infraestructura necesaria. Se observa un número aún mayor de universidades (realmente, empresas de lucro) bajo el tapiz falaz de estar bajo convenios interinstitucionales: un grupo de instituciones, con distintos nombres, bajo una misma autoridad. Sus métodos de persuasión y “anclaje” son: promover falsas becas, obtener un diploma con el mínimo esfuerzo, semipresencialidad sin contar con la tecnología (ni con la preparación docente) necesaria para esta modalidad de estudio, y nombres de títulos y asignaturas rimbombantes sin un currículo definido. El resultado es el egreso de profesionales sin las competencias requeridas, que no logran asentarse en el mercado laboral o que su desempeño no cumple con las mínimas expectativas.
La interrogante es: ¿quién garantiza el estricto cumplimiento de los criterios de calidad educativa; en qué quedó el proceso de acreditación?
Lo que no se desea: que se haga del proceso de acreditación una empresa de lucro más.
La predicción ante ningún cambio: una educación mediocre como medio de continuar sometiendo al yugo de la opresión.
El autor es docente