En noviembre, el mes de la patria es verdaderamente gratificante ver cómo los panameños nos enorgullecemos de los símbolos de la nación, identificados como la representación concreta, inmediatamente comprensible de la identidad nacional, y que son reconocidos por la Ley 2 del 23 de enero de 2012, que en su artículo 1 adopta como tales: el escudo, la bandera y el himno nacional. Esta ley modificó la Ley 34 de 1949.
El tricolor panameño se pasea centelleante ya no solo a lo largo y ancho dentro del territorio nacional, sino que hemos visto manifestaciones de patriotismo en aquellos hombres y mujeres que se encuentran en otras latitudes, pero que siguen sintiendo el fervor patriótico que despierta emociones tan sinceras como la de quienes seguimos en este suelo que nos vio nacer; así por doquier, manifestaciones consecuentes de civismo y nacionalismo se denotan al ritmo del tambor de la alegría.
Pero el patriotismo es mucho más profundo que celebrar el mes de la patria, se refiere al pensamiento que relaciona a una persona con ella; dicho pensamiento se expresa en sentimientos fundamentados en valores construidos por la historia propia. Según la Real Academia de la Lengua Española, su significado es amor a la patria; y esta percepción humana, sensible incluso, es lo que le otorga la valoración cimera a un término abstracto, máxime cuando el interés propio o familiar le da paso al interés común, la continuidad, la vigencia, la proyección hacia el futuro de nuestro país. Es prácticamente una postura moral.
Por otro lado, el civismo es el comportamiento de la persona que cumple con sus deberes como ciudadano, respeta las leyes, la urbanidad, el ambiente contribuyendo así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los demás miembros de la comunidad; en otras palabras, el civismo es la manifestación viva de hechos y actos del patriotismo, ya que si amo a mi país en consecuencia debo comportarme de la mejor forma para contribuir a su paz y desarrollo.
Estos dos términos interrelacionados comprenden acciones colectivas de una población conducente a ser orgullosos de su identidad nacional, de sus costumbres y tradiciones, de su multidiversidad étnica, de sus recursos, de su propia gente. Esta simbiosis que fluye en nosotros cual caudal, es la que nos ha mantenido en sostenido crecimiento desde que con una visión patriótica nuestros próceres gestaron el inicio de la era republicana; porque aún sin ser república el solo hecho de sentirnos panameños impulso a estos personajes de nuestra historia a forjar el camino que nos dio la fortuna de ser hoy una nación libre. En conceptos modernos la patria remite a un lugar y nación al conjunto de los que la habitan.
¿Pero y del nacionalismo qué? Es el apego especial a la nación y a cuanto le pertenece.
El nacionalismo panameño permitió resistir la asimilación cultural norteamericana, luchar y obtener la soberanía, considerando que se aspiraba a ser un país independiente.
En analogía, ser nacionalista es decir que Panamá es el mejor país del mundo; ser patriota es amar a Panamá, a pesar de sus problemas de índoles diversas. Son dos cosas distintas.
Estos términos pueden estar relacionados entre sí en torno a la patria, mas no son iguales en su esencia, pero dejan en sus significados una reflexión interesante, cuando sabemos que nuestra bandera nacional no ha dejado de ondear flamante tanto en el cielo claro y azul, como en el oscuro y gris, que el águila arpía emblema de soberanía custodia tan sigilosa como agresiva el tricolor representativo de cada hombre y mujer en este gran país, es imperioso referirse a la cultura de paz producto de la unión, integración y actuación oportuna de la sociedad panameña día a día, tanto hoy como antes, cuando los próceres lo hicieron sin desfallecer para dejarnos el legado de una gran nación, el Panamá de todos y para todos.
¡Viva Panamá!
El autor es oficial del Senafront.

