Cada vez que pienso en los casi dos meses que lleva gobernando Donald Trump, se me vienen algunas frases célebres de la historia, como, haciendo un giro copernicano, la que el presidente John Kennedy pronunciara al tomar posesión el 20 de enero de 1961: “no pienses lo que Estados Unidos puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por Estados Unidos”. Y aquí va otra pronunciada por Luis XIV de Francia en circunstancias diferentes: “après nous, le déluge” (después de mí, el diluvio).
Estos días me las he pasado revisando en el pasado qué tratados con otras naciones ha roto en sus doscientos tantos de historia Estados Unidos. Encontré una cláusula, ahora que Trump pretende “recuperar el Canal de Panamá”. En 1899 se juzgó que “el Congreso, por legislación, y teniendo en cuenta que el pueblo y las autoridades de Estados Unidos están preocupados, puede abrogar un tratado realizado entre este país y otro que ha sido negociado por el presidente y aprobado por el Senado”. No pude encontrar un ejemplo.
Lo que sí ha hecho el país norteamericano es romper acuerdos: más de 368 tratados con las naciones indígenas en su territorio; además, el acuerdo entre Ho Chi Minh y el Viet Minh en 1946 para apoyar la independencia de Indochina después de la Segunda Guerra Mundial. Lo que hizo fue ayudar a Francia, el país colonial, en el acuerdo de Ginebra de 1957. El arreglo que el presidente Obama hizo para limitar el desarrollo de las armas nucleares por parte de Irán fue calificado como un “acuerdo entre caballeros”.
Al contrario, cuando en 1956 Gamal Abdel Nasser nacionalizó el Canal de Suez, causando, en común acuerdo, que Gran Bretaña, Francia e Israel invadieran la península del Sinaí, fue decisiva la intervención del presidente Eisenhower de Estados Unidos para revertir la situación.
En sus más de 50 días que lleva Trump en la Casa Blanca, ha logrado, en parte, desarmar el orden internacional. Según un controversial artículo aparecido en The New York Times, la conducta de Trump no obedece a un planificado nuevo orden mundial; ni siquiera a una meta ya reestablecida. Según el mencionado periodista, a lo que Trump más le gusta “es que le rueguen”. Aún así, tildó a Zelensky, el presidente de Ucrania, de “dictador”; en las Naciones Unidas, en una resolución, unió su voto al de Corea del Norte, Irán y China. Creo que a lo que Corea del Norte se refiere es algo sin precedente. En el mundo trumpiano, fue Ucrania quien atacó a la Federación Rusa. Desde finales de la Segunda Guerra Mundial, ya hace más de 80 años, los gobiernos sucesivos de Estados Unidos han utilizado un “soft power” (poder suave), claro que con excepciones, para impulsar las causas democráticas, los derechos humanos y los valores occidentales. Con Trump en la Casa Blanca, esperemos el resultado.
El autor es internacionalista.

