Los actuales planes de estudios de licenciaturas han incluido una asignatura denominada pensamiento crítico. Algunos intentan ir más allá al consolidar un pensamiento crítico y creativo, como si en el primero no yaciera el ingenio humano. Pero, qué es esto de pensamiento crítico y qué es pensar críticamente. Según el profesor emérito Luis Vega Reñón, del Departamento de Lógica, Historia y Filosofía de la Ciencia, de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (Madrid), pensamiento crítico es una: “Denominación no muy afortunada en español para el llamado “Critical Thinking”, i.e. la formación y adiestramiento escolar en un modo de pensar y de discurrir capaz de dar respuestas razonables y eficientes a las cuestiones de orden práctico que pueden plantear la comunicación, el tratamiento de información y la gestión de conocimientos o la resolución de problemas, en un dominio profesional o académico”.
En primera instancia, es un concepto derivado de la psicología anglosajona que intenta un fin práctico para la resolución de problemas diarios, aquellos en los que el pensamiento esté involucrado. Practicidad y pensamiento se consolidan convirtiendo el proceso del razonamiento en un arte: el “Arte de pensar”. Vivimos un boom de la practicidad o de lo práctico, en el que escritores aventajados entregan técnicas para amar, ser felices, hacer amigos y, ahora, pensar. Cabe destacar que ya Erich Fromm, en su Arte de amar, fue crítico respecto a estas recetas de cocina.
El proceso del razonamiento lógico formal requiere de la teoría y de la práctica del uso adecuado del método. Inicia desde la primera infancia con juegos que desarrollen la capacidad lógico-matemática y continua a través de asignaturas como matemáticas, lingüística, lógica.
Lo que se pretende lograr es formar más hombres y mujeres con capacidad de procesar razonamientos cada vez más complejos en un ambiente de debate académico, donde renace la dialéctica que consolide una sociedad democrática.
Por otro lado, no se puede desprender el proceso del razonamiento de las virtudes éticas (la prudencia, sabiduría) y de las pasiones o emociones. La retórica hace buen uso de ambas (êthos y el páthos), lo que sería tema de otro ensayo.
Hechos sometidos a sus conclusiones. Observemos la Asamblea Nacional y hagamos una pequeña lista de las falacias informales que más se cometen: atacar al oponente, apelación falsa a la autoridad y la más usada exaltar las pasiones. Escuchemos a los movimientos sindicales y dirigentes estudiantiles en Panamá: no solo construyen una jerga “intelectualista” con tal falta de concordancia lógica, sino que destruyen el lenguaje con su uso inapropiado.
Comprendamos los errores de aquellos que usan la coacción (física, moral o política) para insertar su ideología.
Verifiquemos dónde yace la justicia en aquellos que opinan que el fin justifica los medios; por ejemplo, “roba, pero hace megaproyectos”.
Es preciso reforzar el pensamiento crítico en las universidades no solo como una asignatura de “relleno”, sino como una forma de crear el hábito entre la comunidad académica. Conformar debates estudiantiles (académicos, no una tertulia de mercado); dar la real importancia que tiene la matemática, la lingüística y la lógica formal como vehículo del correcto razonar.
Quizás, así, nos empoderemos de nuestras elecciones para construir una real sociedad democrática, y dejemos de quejarnos cada quinquenio de las malas decisiones al votar por políticos que nos ilusionan con bolsas de comidas.
El autor es docente