Pensar la lectura, pensar como país



¿Por qué es importante la lectura? ¿Por qué saber leer y escribir son necesarios en la sociedad? Vivimos en comunidades letradas, nos dice Daniel Cassany. Son pocas las comunidades ágrafas que no necesitan usar ningún tipo de escritura ni lectura. Las sociedades modernas necesitan de la escritura para poder sostenerse y sobrevivir. Una persona que carece del alfabeto y que se encuentra realizando cualquier diligencia puede padecer serios problemas, desde leer un letrero en una puerta, una receta o formulario, realizar algún trámite o simplemente saber qué bus debe tomar.

Desde tiempos antiguos los seres humanos han intentado almacenar y custodiar el conocimiento para hacer uso de él. La información y el conocimiento de alguna manera son formas de poder. Por eso, en algún momento de la historia, el conocimiento estaba vedado a los monasterios. Sin el conocimiento y la información las personas tampoco pueden organizarse para enfrentar los problemas más sencillos y tomar buenas decisiones. Un simple volanteo en una comunidad para comunicar un evento, requiere saber leer.

Al leer y escribir nuestro pensamiento se forma y cambia. El lenguaje escrito es diferente al lenguaje oral. Es cierto que algunas culturas se han valido de la oralidad para transmitir el conocimiento. Pero las culturas que utilizan el lenguaje escrito y la lectura, además de la oralidad, aprenden a utilizar un conjunto de capacidades como el razonamiento científico y el pensamiento crítico, nos dice Cassany. Nuestro pensamiento sobre el mundo se torna más amplio y complejo, pero es esa complejidad la que nos ayuda a tener una visión menos estrecha de la realidad.

Joaquín Rodríguez es enfático en un libro que ya he citado en otra ocasión, Lectocracia: una utopía cívica. Nos dice que no hay democracia real sin lectura crítica. La lectura crítica es aquella que capacita a los ciudadanos para fundamentar su juicio de manera libre. Nos dice que deberíamos de “…en las posibilidades sanadoras y redentoras de la lectura, en la fortaleza derivada de la lectura solidaria, en las posibilidades emancipadoras de la lectura, en su potencial liberador, en su capacidad de imaginar mundos posibles…”.

Debemos repensar el valor social de la lectura. La lectura no es un ornamento, no es algo artesanal, ni un pasatiempo; es una utopía realizable. También debemos romper con mitos como el que todos podemos ser super lectores. Esa idea absurda de que todos debemos leer por placer se compara a que todos debemos sentir placer por el boxeo. Simplemente no a todo el mundo le gusta leer ni a todos les gusta ver a dos tipos darse puñete. No todos podemos ser músicos, pero todos nos servimos de los beneficios de la música porque la necesitamos; así es la lectura.

No todo el mundo está llamado a ser lector profesional, ni mucho menos a ser escritor, pero todos necesitamos leer y escribir, y, sobre todo, a comprender lo que leemos, porque la lectura es un derecho y, además, es sanación, es trabajo, y es libertad porque, parafraseando a mi amigo Joaquín Rodríguez, a través de la lectura, sobre todo la lectura crítica, los individuos pueden comprender la realidad en la que viven y, en consecuencia, moldearla.

Leer abre puertas y ventanas para comprender la realidad y la posibilidad de cambiarla. Una utopía realizable y razonable sería vivir en una lectocracia como señala Joaquín. Una sociedad lectora exige una serie de cambios que deben iniciar desde la gestión cultural. En este sentido las acciones y políticas de las autoridades centrales y locales, en términos de gestión cultural, son de suma importancia. Escribe Lucina Jiménez en el libro, Gestión cultural y lectura en tiempos de diversidad, que la gestión cultural tiene lugar cuando una utopía se convierte en un sueño compartido.

Desde la gestión cultural se puede rediseñar y resignificar el modo de operar de cualquier espacio, proyecto o programa con propósitos de crear escenarios de lectura. Se puede resignificar esa casa de la cultura, esa parroquia, el centro cultural, la casa del pueblo, ese rincón en la junta comunal, la biblioteca comunitaria; todos pueden ser espacios de lectura. Las decisiones en términos de políticas culturales también son acciones políticas dirigidas a mejorar la sociedad y la calidad de vida.

Uno de los desafíos de la gestión cultural desde la lectura es crear flujos que permitan realizar un movimiento cultural que aborde temas colaterales desde la lectura como práctica sociocultural: inclusión y equiparación de oportunidades, el rescate de la diversidad, la construcción de ciudadanía, el fortalecimiento de la equidad, el sentido de pertenencia, la valoración de las ideas en un país democrático.

Para lograr este diálogo se requiere de pensar la lectura como un problema del país que no es solo responsabilidad del sector educación. La lectura es un eje transversal que se cruza en todos los sectores y escenarios. No existe espacio alguno donde leer y escribir sean actos inútiles; por lo tanto, todos los agentes que puedan ayudar a generar procesos que favorezcan a la cultura de la lectura son importantes.

El autor es escritor


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