Agosto es el mes de los pueblos indígenas. Por este motivo quisiera dedicar este artículo a un nuevo libro de poesía del poeta guna Aiban Velarde, el cual ha titulado Peregrinas del sol. Es un poemario que construye un relato antropológico poético; un viaje por los distintos universos de la mujer. La búsqueda íntima para tratar de comprender la naturaleza femenina. Es un camino por los senderos de “su mística, su memoria, su heroísmo y sus preocupaciones constantes sobre la realidad social y política y en las pequeñas cosas de su mundo familiar, cotidiano: el amor, su erotismo, la maternidad. Es un canto a su naturaleza, a la sensualidad de su cuerpo, a su espíritu de hermandad, a través de la palabra”.
Aiban Velarde intenta devolverle a la mujer su naturaleza usurpada y violentada. Intenta restituir su derecho al erotismo. El erotismo es un espacio reservado para una mujer estigmatizada por la sociedad desde el mal.
El libro es una aproximación histórica desde la poesía que permite un acercamiento a la mujer más allá de un cuerpo sagrado o mitificado. Es la construcción de un universo donde el arquetipo de mujer salvaje se rescata desde sus elementos naturales y su sentido histórico de lucha. Su cuerpo ya no es un espacio solo de procreación; se le devuelve su yo erótico, su voz de loba, su bello escándalo, su papel de sujeto social:
“Al comienzo, cuando Dios creó el cielo y la tierra, / sin inmutarse, dijo: ¡Hágase la vulva de agua! / En ese instante, creó el reino de los cielos… ¡Un bello escándalo! /Rumores de agua habitan en su misterio, / entona canciones sagradas. (…) / ¡Oh vulva, diosa divina! / Hembra adorable, de desbordantes ríos, / elección irresistible, erección de gemidos, de olores y flores”.
Durante nueve meses vivimos en el vientre de la madre rodeados de agua. Nuestro cuerpo se compone principalmente de agua. Los ríos y los mares que estamos destruyendo son la esencia del vientre de la Madre Tierra. “Para descautivar es preciso dar pasos hacia un horizonte histórico en el cual sean posibles los fundamentos mínimos de la libertad genérica”, nos dice Marcela Lagarde. Los versos del poeta guna son descautivadores y nos orientan hacia nuevos horizontes telúricos.
Clarissa Pinkola Estés, en su impresionante obra Mujeres que corren con los lobos, nos dice: “A lo largo de la historia, las tierras espirituales de la Mujer Salvaje han sido expoliadas o quemadas, sus guaridas se han arrasado y sus ciclos naturales se han visto obligados a adaptarse a unos ritmos artificiales para complacer a los demás”. Comparado, el concepto del arquetipo de la mujer salvaje de Clarissa Pinkola Estés con algunos de los temas de los poemas de Aiban, parece que evocan la naturaleza de la mujer, esa psique instintiva, esa loba reprimida:
“Mujeres, alas de libertad, millones de estrellas, / mujeres del viento, mujeres estrellas, / mujeres de barro fino. / Mujeres que hoy gritarían contra la violencia del Estado, /mujeres que hoy clamarían contra la contaminación de los ríos, /mujeres que protestarían en la calle contra las leyes injustas, /mujeres que han vuelto como guardianes de la vida”.
El poeta evoca los múltiples rostros de la mujer, porque ella está construida no de un solo tipo de arcilla, como los hombres, sino de ocho tipos de arcillas y su conciencia está en la naturaleza: “Baba y Nana dijeron: busquemos la mejor arcilla, / la arcilla sagrada. /Sí, una arcilla roja, / una arcilla blanca, /una arcilla parda. /Sí, ocho tipos de arcilla. / Que sea el espíritu de Nana, / que sea el espíritu de Baba”.
El libro está estructurado en cuatro partes. La primera evoca la memoria de la creación y sitúa a la mujer en su condición primogénita desde la creación. La segunda es un homenaje a los arquetipos fundacionales de la mujer, sobre todo a la noción de la mujer como Madre Tierra (Ologwadule) y sus distintas nociones. Se hace un homenaje a mujeres que van desde los orígenes de la existencia como Bursob, primera mujer en la tierra, o Marina Nelson, testigo del cambio de vestimenta, hecho sangriento de 1921; hasta mujeres que han luchado por los derechos humanos en la actualidad y que han sido mártires como Berta Cáceres o artistas como Igwandili y Lois Iglesias.
La tercera parte es un conjunto de poemas que nos adentran en un universo de la creación desde la cosmovisión de la espiritualidad guna, su relación simbólica y existencial con la naturaleza, la cultura y cierra con dos poemas: Oda a una mujer que no tiene voz y Una carta a una niña de sol. Ambos poemas son profundamente hermosos: “No era su piel ni su ombligo. / Eran sus cabellos, /como el viento, intocables, /como mariposa de fuego; /como amaneceres frenéticos, /tocaban el firmamento. /Ella tenía los cabellos /como pájaros en el cielo (…)”
La cuarta parte es un registro casi antropológico que dimensiona a la mujer desde sus múltiples existencias: “Mujer de amor y vida, mujer de canto místico, mujer de luna, Mujer/Agua, Mujer/Hamaca, Mujer/Poema, Mujer/Árbol, Mujer/Letra, Mujer/Ritual”.
Un libro donde la identidad femenina es reivindicada y reconstruida desde la cosmovisión guna. La mujer como sujeto social, cultural, sexual y espiritual que confronta la dependencia en un mundo que la ha despojado de su naturaleza de loba; un mundo patriarcal que ha desposeído también a la Madre Tierra (mujer) de sus recursos, un mundo donde en realidad todos hemos oprimido a la mujer, sin saberlo, desde los esposos, los hijos, el Estado, las creencias, la cultura y las instituciones.
El autor es escritor.

