En el seno de cada nación yacen arraigados una serie de sentimientos que, de ser perturbados, pueden desencadenar consecuencias impredecibles. En el caso de nuestro Panamá, estos sentimientos se extienden a lo largo y ancho del territorio, fundiéndose con cada evento que ha moldeado nuestra historia. Una historia que constituye nuestra esencia y forja nuestra identidad como panameños.
Esta amalgama de emociones, recuerdos y experiencias, plasmada en capítulos imborrables de nuestra crónica, se encuentra envuelta en un manto vivo que actúa como el distintivo de nuestra identidad. Esa esencia es nuestra piel canalera, un velo que abriga nuestra identidad y que lleva impreso episodios de sacrificio, esfuerzo y lágrimas.
Esta piel canalera nos ha unido a todos los panameños durante décadas, guiándonos inexorablemente hacia la libertad, un derecho que nos fue negado por largo tiempo y que fue conquistado por aquellos que no contemplaban un futuro para ellos mismos, sino para el conjunto.
La mención de hechos carentes de veracidad en asuntos estratégicos de nuestro país, provenientes de dos figuras públicas, afecta profundamente, haciendo un corte en nuestra piel canalera. El Canal no se encuentra cerrado ni bajo el control de potencias extranjeras; por el contrario, es patrimonio de los panameños, tanto de los nacidos aquí como de aquellos que, aun no siendo nativos, han adoptado nuestra bandera y se sienten parte integral de nosotros. El Canal es de todos los que somos de aquí mismo.
Las afirmaciones que pasan por alto las potenciales consecuencias negativas para nuestra economía no pueden ser pasadas por alto en silencio. Panamá ha demostrado ser el autor de su propio destino, capaz de estar un paso adelante de las circunstancias y las predicciones desfavorables. Los desafíos actuales, como la sequía y la estrechez de miras serán superados gracias a la misión de los miles de trabajadores que se desempeñan como electricistas, mecánicos, ingenieros, pasacables y boteros, convirtiendo su labor en una pasión y contribuyendo al avance de la nación. Es inadmisible tergiversar los hechos a nivel internacional sobre la operatividad y eficiencia del Canal, ya sea por falta de conocimiento o por motivos políticos.
La piel canalera es genuina; no puede ser simulada. Surge de la sangre panameña, del nacimiento con ella, de vivir con ella, de soñar con ella y, si fuera necesario, de defenderla con el sacrificio máximo, al igual que lo hicieron los mártires, quienes se entregaron por la patria.
La piel canalera pertenece a los Martínez, Rodríguez, González, Pérez, Smith, Castillo, Martínez, Fernández, García, López, Herrera, Díaz, Ramírez, Jiménez, Flores, Morales, Vásquez, Ortega, Moreno, Gonzales, Narváez y a todos aquellos ciudadanos distinguidos y anónimos que, día tras día, convierten al Canal en un símbolo tanto a nivel nacional como internacional. También pertenece a aquellos que, aun estando lejos del Canal, sienten en cada rincón del país que son canaleros porque son panameños. Es un legado que une a la nación, afirmando que todos somos parte de esta tierra, sin importar la distancia.
Ninguna aseveración, venga de donde venga, podrá hacer tambalear nuestra determinación como país de seguir el camino que hemos elegido.
El autor es trabajador canalero