A veces cuando uno se expresa debe tomar en cuenta que el mundo (y la vida) da muchas vueltas. Vivimos amarrados a este planeta por una fuerza que apenas sentimos y que, si bien nos permite movernos, no nos deja volar ni escupir para arriba, y garantiza que, aun mirando al cielo, nos mantengamos “con los pies en la tierra”.
En el gobierno pasado hubo un grupo de diputados electos, que abandonó sus partidos políticos para unirse al gobernante. Los tan funestamente populares tránsfugas. Para mí, el primer tránsfuga fue el otrora vicepresidente –hoy presidente de la República– al aliarse y bajarse en la fórmula presidencial de aquel entonces. Ser tránsfuga se puso de moda, porque se convirtió en sinónimo de “viveza” y, también, de traición. En el gobierno pasado, “la sociedad” tomó auge y fuerza, reclutando a célebres y honorables personajes del universo no politiquero. Figuras que se autoproclamaron independientes, paladines de los derechos del panameño, etc. Gente decente, cuya fortaleza provenía de su no afiliación a vertientes políticas. Muy al contrario de los tránsfugas, a quienes se les consideró“vendidos”. Estos independientes se convirtieron en íconos sociales, dado que la “formal” oposición al pasado gobierno (por haber cogobernado) carecía de prestigio opositor, y el resto de los políticos andaba a la libre oferta y demanda.
Hoy, varios de ellos abandonaron su independencia para sumarse a las filas del actual gobierno. Hoy, ellos mismos constituyeron un sabor diferente de tránsfugas: Los neotránsfugas. Tendrán sus motivos; así como sus predecesores políticos tuvieron los suyos. Sin embargo, la apreciación popular no les quita el espectro de la traición.
Ahora bien, ser líder en Panamá (siendo este pueblo tan apático, “vivo” y temeroso) es cosa de oportunistas, mártires o tontos. El sacrificio personal es demasiado alto para dar la cara. Es iluso pensar que alguien lo haría ad honorem. Y pensar de esa forma, nos lleva al punto exacto en que la viveza se convierte en tontería. Así que, en honor a la verdad, seamos sensatos. Porque es precisamente esa actitud, la abúlica y desmemoriada alternancia entre vivos y tontos, la que nos ha dejado sin líderes auténticos.
Vea usted, aquí las personas, antes y después de ser “funcionarios” están llenas de prestancia y genialidad, pero cuando les toca turno al bate se ponchan. Antes y después de volverse funcionarios, son ídolos para los medios de comunicación; pero durante se convierten en su blanco más descarnado y visceral, por negligentes. Porque el sistema los convierte en eso, o los fabrica (como títeres) para eso.
El panameño común se ha quedado, tristemente, solo. Nuestra apatía social y política, ha cedido demasiado protagonismo a los oportunistas. Que para colmo, nos están reemplazando con extranjeros a todos los niveles. Y aun así, seguimos creyendo en líderes que surgen prefabricados de la nada, sin representación popular; para luego sorprendernos de que nos traicionen. Nuestros auténticos líderes fueron secuestrados por los vetustos libros de historia. Guardar la esperanza de cultivarlos, bajo un enfoque tan pasivo y socialmente precario, es como regar un jardín lleno de plantas artificiales; no importa cuánta agua les eche, jamás vivirán.