Se preserva la democracia regando la plantita cada mañana y noche, y ahorrando agua potable. Mejor con agua de lluvia. Esta jornada dominical es una fecha estelar: elegiremos centenares de cargos, casi 900, siendo el principal el jefe de Estado.
Es positivo y habrá que elegir lo mejor. Aunque solo el 46% de la población apoya la democracia, ese sistema político en que está organizada la mayoría de los 193 Estados registrados en la ONU, y que sufre presiones y amenazas diarias en su contra, incluso desde lo interno de los engranajes políticos y de poder.
Quienes apoyan la democracia no son tan fervorosos y se tropiezan con un clima político enrarecido y a la baja, en el continente. En contraste, hay indiferencia del 33% y al 13% no le pesaría una salida autoritaria. Luz amarilla en el devenir pana. ¡Pela el ojo!
Lo expone el Latinobarómetro 2023, estudio prestigioso que se emite en Santiago de Chile. De todo hay en la Viña del Señor.
Si legitimamos castas tan corruptas, que se exhiben como pan de Dios, tendremos a la puerta un coctel Molotov, en el que las libertades y derechos irán en menoscabo. Por siglos, hemos luchado por ellos, lo que ha significado disponer de los valores sociales, la mayoría de ellos listados en nuestro Himno Nacional, del insigne Jerónimo De La Ossa.
Nuestra vecina Costa Rica es modelo en el concierto latinoamericano de comportamiento democrático. El sistema lo ven con simpatía el 56%. Mejor que Panamá. Luz amarilla. Los indiferentes, poco importa, superan el 20% y otro tanto abrigaría el autoritarismo. La democracia es el sistema político preferible, no obstante la corrupción y la impunidad le asestan duro golpe. En nuestra Patria y en el resto de la región, lo evidencian los muchos escándalos. Uno de resonancia, Odebrecht, es emblemático y permea a buena parte de la casta política de la región. El CEO de la constructora multinacional brasileña ponderó, palabras más palabras menos, que no corrompió a nadie, sino que llegó a un campo predispuesto para la tracalería.
Más que la institucionalidad o no, a buena parte de los votantes anima la situación financiera, maltrecha por la pandemia del covid-19 y sus consecuencias. Para que pueda llegarse a ese clima deseable, se requiere determinado orden social, nada fácil en una época de atomización ante desafíos de diversa naturaleza.
La aspiración debe ser que todos los ciudadanos disfrutemos de igualdad ante la ley, la justicia, la dignidad y una distribución justa de la riqueza común. Esa aspiración se ve truncada o limitada por la crisis imperante de los partidos políticos, correa de transmisión de los valores democráticos, y que, con frecuencia, se convierten en su verdugo y son controlados por castas que los aprovechan para su beneficio y el enriquecimiento ilícito personal.
Esa crisis, unida al vaivén de las economías, incrementa la desigualdad entre sectores sociales, los convierte en más vulnerables y dependientes. En Latinoamérica se encuentran las sociedades más desiguales, y la panameña la sufre, la sufren sus víctimas. Mantiene ese vergonzoso liderazgo de nación desigual.
A Panamá conviene generar un poder político que supere la creciente debilidad institucional, dentro del sistema democrático, y que contrasta con la fortaleza económica.
