Hay un poema de la poeta nicaragüense Gioconda Belli que viene bien en estos días y que me servirá para empezar este artículo: “Quiero una huelga donde vayamos todos. / Una huelga de brazos, de piernas, de cabellos, una huelga naciendo en cada cuerpo. (…) Una huelga de ojos, de manos y de besos. / Una huelga donde respirar no sea permitido, / una huelga donde nazca el silencio / para oír los pasos del tirano que se marcha”.
La poesía es una de las formas de transmisión cultural que está tácita en nuestra vida. Ha estado implícita desde tiempos remotos para darle sentido a la vida, para postergar la muerte y para hablar del amor. Hay muchos tipos de poesía, diversos lenguajes y varias miradas que permiten a los poetas construir relaciones con su prójimo. Entre estos universos de la poesía hay un tipo de poemas que me cautiva poderosamente, porque es una poesía solidaria, amistosa y que refleja una singular empatía con la lucha por la libertad y los derechos humanos.
Podemos llamarle poesía social o revolucionaria, la nomenclatura es lo menos importante. Lo que necesitamos rescatar es que esta poesía corresponde a la necesidad humana de presentar al mundo e interpretar la realidad para que la gente tome conciencia de esa realidad. Siempre he dicho que la cultura no es la panacea de los problemas humanos, no es la vacuna que ha venido a resolver esos problemas. Por eso concuerdo con la escritora argentina Graciela D. Bracaccini cuando dice: “El tiempo ha demostrado que la literatura no evita el hambre, la injusticia o la corrupción. (…) La cultura, el arte, han nacido de una necesidad humana y cualquiera sea la interpretación de esa necesidad (psicológica, estética o espiritual), allí donde hay arte, hay un testimonio del espíritu humano, una prueba de la esencia creadora del hombre”.
El testimonio de la poesía sirve para muchas cosas que forman parte de la vida. Wallace Stevens afirmaba que “la nobleza de la poesía consiste en ser una forma de violencia procedente de nuestro interior que nos protege de la violencia procedente del exterior; se trata de la imaginación que lucha contra la presión de la realidad”. Tal vez una de las razones de la poesía consiste en ayudarnos a resistir la violencia en todas sus formas. En la actualidad, podría ser la manera de hacer visible a los que no tienen voz, como dice este poema del escritor hondureño Roberto Sosa: “Los pobres son muchos / y por eso / es imposible olvidarlos”.
Los versos de Demetrio Herrera Sevillano parecen un canto perpetuo que revive en tiempos cuando más necesitamos resistir y cuando parece que al fin el pueblo está aprendiendo a decir no: “Paisano mío. / panameño; / tú siempre respondes: sí. / Pero no para luchar. / Que no para protestar / cuando te ultrajan a ti. / Paisano mío. / panameño; / tú siempre respondes: sí”.
Pese a que la bota yanqui no está pisando esta patria (aunque aún hay intenciones de que vuelva) es evidente que debemos seguir siendo tercos, porque hay nuevas formas de colonización que maltratan la dignidad y es por eso que debemos recordar los versos de Diana Morán: “Tenemos que ser tercos: tercos de dulzura / tercos en la cárcel / en la muerte tercos / tercos y más tercos en la firma / tercos / terquísimos / para pasar por el ojo del camello / y recobrar la cintura de las aguas”.
¡Cómo me gustaría ver en las marchas los versos de nuestros poetas! ¡Cómo me gustaría escuchar consignas basadas en los poemas que han alzado esta patria en los momentos más difíciles como los que vivimos hoy! La noción de caer y levantarse, de alzar la nación, de emancipación, está en toda la poesía panameña desde los tiempos de la colonia. Otra vez Diana Morán: “Levanta ya tu noble frente / pedazo de América valiente…” O cuando Manuel José Pérez dice: “Oh, Libertad! Levántate hoy erguida, / pura y radiante como el amo sol”. Y José Antonio Zerda canta: “Y los ojos alzaron hacia el cielo, / gritando entusiasmados ¡Libertad!”. Rodolfo Caicedo parece levitar cuando escribe: “Mi dulce Panamá / Álzate, pues ya es hora / Que goce el buen istmeño / De libertad la aurora / Que vislumbre en un sueño!”
De 1890 es el Himno patriótico a Panamá, de Federico Escobar, que dice: “Ya cansado este suelo querido / de sufrir sin igual vasallaje, / se alzó altivo, con noble coraje / tremolando su invicto pendón…”. A veces esta poesía era un vivo ejemplo de fraternal civismo, poesía agresiva sin miedo y sin dejar de ser poesía como estos versos del chorrerano Tomás Martín Feuillet: “Que ellos se llaman libres y demócratas / pero al par que decantan la igualdad, / allí…amalgamada mírase / en vil esclavitud la libertad”.
El sentido de la poesía es su permanente búsqueda de la libertad. La noción de libertad es una constante en la vida humana. Octavio Paz afirmó de la poesía: “Porque la poesía que es un testimonio del éxtasis, del amor dichoso, también lo es de la desesperación” Y en estos tiempos de desesperanza tenemos que amar para resistir y con Mario Benedetti cantar: “Si te quiero es porque sos / mi amor, mi cómplice, y todo. / Y en la calle codo a codo / somos mucho más que dos”.
El autor es escritor
