En nuestro país vecino, más allá de lo controvertidas que puedan ser las narconovelas, películas y la llamada narco-literatura, así como la exaltación de los delitos dependiendo de su libreto, existen tanto defensores como detractores. Sin embargo, independientemente de las opiniones, es evidente que los colombianos han demostrado una valentía admirable al enfrentar su pasado de manera directa y sin temor. Hay numerosos estudios y documentación sobre aquellos años que incluyen fuentes históricas y testimonios bien respaldados acerca del daño que el narcotráfico ha causado y sigue causando en la sociedad colombiana. Sin embargo, Colombia aún enfrenta desafíos enormes relacionados con el narcotráfico y la memoria histórica (como la polarización o la romantización de figuras como Pablo Escobar), que son hechos que nadie duda.
Carlos Lehder, ex narcotraficante recientemente liberado, ha emprendido una nueva faceta como escritor. En la Feria del Libro presentó su obra titulada Vida y muerte del Cartel de Medellín. En este libro, Lehder narra el uso de los aeropuertos en Panamá, así como la implicación de funcionarios y policías panameños en sus actividades ilícitas relacionadas con el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos. Condenado inicialmente a cadena perpetua en Estados Unidos, pasó 33 años detenido antes de ser liberado y perdonado por otros delitos. Este personaje controversial ha ofrecido entrevistas en medios colombianos con motivo de la publicación de su libro, en las que reconoció su responsabilidad y pidió perdón públicamente. Fue uno de los primeros narcotraficantes extraditados a Estados Unidos y ha vivido para contarlo. En sus declaraciones, admitió la colaboración entre narcotraficantes colombianos y panameños, reconociendo sus actos delictivos y mostrando momentos de arrepentimiento. Durante aquella época, bancos, el gobierno y la fuerza pública de Panamá también estuvieron involucrados en actividades delictivas y narcotráfico.
Haber testificado en contra del antiguo hombre fuerte de Panamá le permitió obtener su libertad décadas más tarde. Aunque la veracidad del testimonio de Lehder aún se debate, los registros de los juicios del ex general están disponibles en el tribunal de Miami que lo condenó. Actualmente, la población panameña desconoce muchos aspectos relacionados no solo con la caída del régimen militar, sino también con el narcotráfico que se daba en esos años dentro del territorio nacional.
Una forma adecuada de abordar este pasado, aunque sea un desafío, es desarrollar una memoria histórica basada en los juicios y otros hechos relevantes. Es crucial asegurar que el expediente completo —incluyendo grabaciones, videos y demás materiales— sea traducido correctamente y sin omisiones. Además, dicho expediente judicial debería estar disponible en formato digital o físico para investigadores, historiadores y docentes capacitados, permitiendo así la reescritura y presentación precisa de los hechos históricos. Este juicio podría convertirse en una fuente jurídica importante para todos los panameños.
Esta fuente de investigación, junto con muchas otras, debería ser fácilmente accesible y estar plenamente disponible en las bibliotecas nacionales. Esto resalta otro punto clave: sería muy valioso contar con un centro especializado en la investigación y enseñanza de estos hechos sin restricciones. Este centro también podría desempeñar un papel fundamental al educar a las nuevas generaciones sobre la historia vivida en Panamá y nuestra identidad actual. Es fundamental avanzar en la digitalización de los expedientes judiciales correspondientes a esos años, así como otros documentos relevantes, con el objetivo de que estos sirvan como fuente de investigación y estudio. Esto incluye los tribunales nacionales que atendieron las causas bajo el régimen militar y tras su caída, de manera accesible, sencilla y abierta al público. Países como Chile, Argentina y Paraguay han seguido esta misma dirección, proporcionando información que no solo contribuye a entender y analizar el pasado, sino que también facilita nuevas investigaciones futuras sobre estos acontecimientos.
En Panamá, tendemos a ignorar o minimizar los hechos históricos. A diferencia de nuestro vecino país, que reconoce la gravedad y el impacto de estos eventos en su sociedad, Colombia enfrenta el vínculo entre su pasado y su presente. Allí se reconocen la época del narcotráfico, sus protagonistas y el desarrollo de los acontecimientos. Estos hechos son objeto de reflexión y estudio, con el propósito de evitar que se repitan en el futuro. Sobre todo, que constituyen una herramienta valiosa no sólo para comprender el pasado, sino también el presente. Facilita la comprensión de la sociedad actual, el grave peligro del narcotráfico y, lo más importante, proporciona nuevas herramientas para que las generaciones futuras comprendan las consecuencias de llevar una vida delictiva. Es evidente que el delito de narcotráfico y otros delitos relacionados son una realidad que debe ser combatida. Sin embargo, entender el pasado y sus efectos es el primer paso para mejorar como sociedad.
Actualmente en Panamá, aunque se vive en democracia y esos años ya pasaron, algunas personas, entre ellas empresarios y políticos, no suelen mencionar estos hechos. En algunos casos, se beneficiaron directamente de ese pasado, y hoy sus riquezas y conexiones provienen de esa época. Sin embargo, dejando de lado la impunidad que los años les han otorgado, como sociedad no hemos enfrentado el hecho de que somos, en gran medida, producto de esos años convulsivos, incluso hasta el día de hoy. Es fundamental reconocer objetivamente a todos los actores involucrados: personas, familias, grandes empresas, bancos y bufetes de abogados que obtuvieron importantes beneficios durante ese período. Asimismo, es necesario reflexionar de manera rigurosa y crítica sobre el impacto de estos hechos en la sociedad panameña actual.
Reconocer esta realidad es imprescindible. No se trató únicamente de una dictadura, sino de un gobierno que utilizó al Estado para beneficiarse económicamente y permitió que otros hicieran lo mismo. Debemos avanzar en esta dirección: necesitamos más memoria y menos olvido. No podemos progresar como sociedad sin antes mirar de frente hacia nuestro pasado.
El autor es doctor en derecho.