La investigación científica es clave para el avance en salud, desarrollo social, urbanismo y más. Las políticas públicas basadas en evidencia optimizan el funcionamiento de instituciones y garantizan el acceso a derechos fundamentales. En el caso de poblaciones vulnerables, la investigación permite visibilizar sus necesidades, reducir desigualdades y mejorar su representación en políticas públicas, ensayos clínicos, y otros. Sin embargo, la limitación de estudios sobre estos grupos genera graves obstáculos que pueden tener consecuencias perjudiciales a mediano y largo plazo. Tanto más cuando estos grupos vulnerables suman una cantidad significativa de la población, a pesar del intento de invisibilizarles.
Investigar sobre estas poblaciones es fundamental para diseñar intervenciones efectivas y fortalecer la confianza en las instituciones. En salud, por ejemplo, la falta de estudios limita la implementación de la medicina de precisión, impidiendo que se atiendan necesidades específicas de los pacientes.
Restringir la investigación perpetúa desigualdades y sofoca el desarrollo de intervenciones efectivas, como ocurre con la escasez de estudios sobre enfermedades cardiovasculares en mujeres, que enlentece diagnósticos y tratamientos adecuados, y aumenta así su mortalidad. De la misma manera, el estigma que históricamente excluyó a personas LGBTQ+ en estudios sobre el VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana)-como se vio en los años 80- ha tenido efectos duraderos, retrasando el acceso a tratamientos preventivos como la PrEP (Profilaxis Preexposición). En comunidades indígenas, la falta de investigación sobre el impacto ambiental en sus actividades y su salud mental dejan al descubierto la brecha cada vez más profunda que hay en esta población.
Censurar estos temas no los hace desaparecer; al contrario, profundiza la brecha y limita el avance de soluciones efectivas. Fomentar la investigación en poblaciones vulnerables constituye un acto de justicia social y una estrategia clave para la sostenibilidad de los sistemas de salud de una sociedad democrática.
Esto impulsa el desarrollo de políticas públicas efectivas, mejora el bienestar colectivo y fortalece el talento científico que impulsa el progreso. Restringir estas investigaciones contribuye a la sobrecarga de sistemas de salud ya saturados, mientras que la falta de datos específicos dificulta la implementación de políticas eficaces y sostenibles. Pretender tapar el sol con un dedo es un engaño personal, no colectivo: ignorar estas realidades solo perpetúa la inequidad y las deficiencias en la atención.
La autora es asistente de investigación en el Centro de Neurociencias de INDICASAT-AIP y Vocal de la Junta Directiva de Fundación Ciencia en Panamá.