Prevaricato y seducciones del autoritarismo



En Panamá, la historia parece repetirse en un movimiento circular. En momentos hay democracias liberales, en momentos hay autocracias, y en momentos gobierna “la tiranía de la minoría”. Así es y aparenta ser, desde que nos independizamos de nuestros colonizadores y sus políticas económicas extractivistas.

Las alteraciones políticas -el cambio de la opinión pública, las modificaciones bruscas del sentimiento de la ciudadanía y la infidelidad del gobierno central a las bases de su partido político- han sido caldos de cultivos y motores para movimientos revolucionarios enmarcados entre la desconexión de quienes gobiernan con quienes tributan.

Las democracias buscan traducir los variados intereses de la sociedad en políticas públicas aceptadas. Una república, en esencia implica un gobierno sin monarca, donde el poder emana directamente de la población. Los patrones de conflictos de nuestros predecesores impresionan fueron una lucha por las instituciones políticas absolutistas y el pueblo queriendo ponerles fin a las dictaduras de la minoría.

El autoritarismo es un modo de dominación de clase en el cual el poder está siendo ejercido por la clase dominante. El régimen carece de una “ideología elaborada”, pero con mentalidades características.

Karen Stenner es una politóloga australiana que ha trabajado en Duke, Princeton y otras reconocidas universidades investigando psicología política. Sus estudios se basan en la activación política de los tipos de “personalidad autoritaria” que han podido identificar que muestran una mentalidad simplista: con frecuencia, las personas se sienten atraídas por las ideas autoritarias porque les molesta la complejidad. Buscan soluciones en un nuevo lenguaje político que les haga sentir más seguros y protegidos.

Los autoritaristas suelen mostrar un resurgimiento de la nostalgia, la decepción con respecto a la meritocracia y los atractivos de las teorías conspiranoicas y tratan de publicitar a sus ciudadanos informaciones erróneas y desinformaciones como teorías simples; por ejemplo, los servicios de salud se resolverán con la unificación en salud y que la única manera definitiva de salvar el programa de Invalidez, Vejez y Muerte son las cuentas individuales.

El engaño, la perfidia, la fe púnica, la instigación al prevaricato son prácticas tan comunes como de vieja data en el Istmo, que muchas veces la nostalgia motiva a los gobernantes autoritarios a utilizarla.

Durante la construcción del Canal, existía una marcada desigualdad y un gran malestar ciudadano, mientras que la aristocracia bogotana disfrazada de “notables” discutían -ante la mirada de París y Washington- como salvar el fracaso de la compañía del canal francés de Ferdinand de Lesseps, los pobladores del departamento del Istmo pasaban hambre y estaban desempleados. Ese grupo de notables, que eran allegados a la clase económica del presidente José Manuel Marroquín se aferraban a las interpretaciones y definiciones de propiedad privada para no perder su poder dominante y negocios ligados a “La compañía del ferrocarril de Panamá”, quien poseía el monopolio de la vía interoceánica en ese momento y sentían la amenaza de ser desplazados económicamente por el nuevo canal de Panamá. La solución era una nueva Constitución, donde solo los panameños tuvimos la determinación para realizarla.

Todos sabemos en qué quedó el cuento de la aristocracia bogotana disfrazada de “notables” que discutían -ante la mirada de París y Washington- qué hacer con el fracaso de la compañía del canal francés de Ferdinand de Lesseps mientras los pobladores del departamento del Istmo pasaban hambre y estaban desempleados, y que un 03 de noviembre de 1903, creamos la constitución panameña para resolver la negación de la concesión del Canal francés al gobierno de Estados Unidos bajo argumento que no se podía vender, permutar o comprar franjas de territorios en la constitución colombiana.

Los ahorros pensionales no son propiedad privada y no se pueden retirar cuando usted disponga de ellos, no se pueden comprar, no se pueden vender o permutar. El pilar solidario que pide la mayoría de los panameños ni expropia, ni roba ahorros a nadie. ¿Acaso puede un trabajador retirar, transferir, donar sus ahorros pensionales ante un cáncer o enfermedad terminal que disminuye su expectativa de vida actualmente antes de que cumpla su edad de jubilación?

En Panamá ya no es tan fácil mentir ni repetir incesantemente informaciones erróneas o desinformaciones. La actual revolución de comunicaciones basadas en el algoritmo de las redes, que se nutren de la ira y el descontento- han mantenido un compromiso teórico con la objetividad.

Cada vez estamos más conectados e informados en la nación, y en la democracia que estamos viviendo, la mayor parte del debate público se está dando en las redes sociales. No hace falta salir a protestar a la calle, a menos que sean suprimidas las voces del pueblo que emanan de ellas y forzar en las calles, hacer retroceder a quienes crean cacofonías. Los algoritmos de los propios usuarios fomentan falsas percepciones del mundo y radicalizan a quienes lo usan o lo defienden al favorecer la ira o el miedo.

Recordemos que, en nuestro terruño, desde 1946 entrenábamos a líderes latinoamericanos y foráneos, en la Escuela de las Américas, para que ejercieran el control autoritario sobre instituciones gubernamentales donde olvidaban la meritocracia y gobernaban con nepotismo.

A lo largo del tiempo, el despotismo ha sido una constante en la franja del Istmo de Panamá. No basta con echar del poder a un déspota para reemplazarlo por otro y esperar “un cambio”. Lo único que protege a la sociedad panameña del autoritarismo es el imperio de la ley; es decir que sean las reglas las que gobiernen, no la voluntad arbitraria de “una dictadura de las minorías”, y siempre de la mano de la democracia y los derechos humanos. Esperemos que haya sido una novatada y desconocimiento de la ley, reducir el dinero en educación y descentralización paralela, y no una seducción del autoritarismo. Esperemos que no vayan en contra de la voz del pueblo y el sistema solidario de pensiones que piden.

El autor es cirujano sub especialista.


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