En días pasados leo una de esas tantas noticias nacionales que dejan a uno perplejo, meditabundo y afectado, por decir lo menos y cito: “El Canal de Panamá desarrolla un plan para desmantelar el antiguo puente giratorio de Miraflores, el cual ha estado en desuso por más de 20 años y que dejó de ser funcional con la construcción de las nuevas esclusas de Cocolí en junio de 2016.”
Según datos históricos, la estructura fue construida en 1942 a efecto de las operaciones internas de la vía interoceánica. Hoy, según la ACP, el puente dejó de ser funcional con la creación de una isla por las esclusas de Cocolí que interrumpió la conexión directa entre las riberas este y oeste del Canal.
Sobre el particular son varios los comentarios, señalamientos y recomendaciones que son posibles hacer o considerar antes de llevar acabo el acto de desmantelamiento y posterior venta del material en acto público como “hierro viejo”.
Si algún equipo, área o estructura está en desuso, es porque simple y llanamente los que deciden no han sabido buscarle función. 20 años sin usar es mucho tiempo de mantenimiento, ello sin obtener provecho se traduce en gasto. Pero qué de la actividad turística y dicho puente? Pareciera que esta actividad en el Canal está restringida y circunscrita a mirar el cruce de los barcos en las esclusas… soberano desperdicio del recurso. El Canal es una empresa, una actividad comercial del Estado y hay que obtener de ella el máximo provecho.
El puente de Miraflores es parte de la identidad del Canal de Panamá, pero si la ACP en conjunto con otras instancias nacionales no supieron darle un uso en el lugar que está, hay otros sitios de la red vial nacional en los que sería muy útil, con lo cual se respondería a necesidades apremiantes de comunidades del país y no cometer la imprudencia y mala decisión de vender la estructura como “cosa que no sirve”. Solo por dar un ejemplo, la comunidad de Miguel de la Borda, en la costa abajo de Colón, necesita un puente con urgencia para unir y consolidar la provincia, con ello se cumpliría y respondería a una realidad social y no cometer semejante error, por decir lo menos, de poner a la venta una estructura de la naturaleza del puente de Miraflores como “hierro viejo”.
El autor es urbanista