¿Qué estamos leyendo?

A Julio Cortázar (1914-1984) lo conocí de frente en la universidad, cuando Chicho García, amigo, poeta y futuro músico fracasado me repicó contra el pecho un ejemplar de Rayuela, fue un golpe bajo a los estándares literarios que me venía formando desde los últimos años. ‘Tienes que leerla’, me dijo, y desapareció entre los cientos de pormenores que la vida universitaria te impone en el largo camino de estudiante.

Lo empecé ese mismo día, y no recuerdo haber leído algo igual nunca más. Lo que tenía por sentado en una obra, el sentido del orden, el ritmo, el desarrollo de la historia, la estructura del contenido, para Córtazar no cabían en su estilo, los dejaba por fuera del libro, sin piedad, con una crueldad pedante que me dejó inquieto por varias lecturas posteriores. Fue también una semilla, y a la vez una autorización inmediata para explorar nuevos rumbos en textos y escritura, cuando hasta entonces me entretenía con los clásicos, los románticos, los realistas.

Rayuela es una historia fragmentada, incompleta e irregular, de necesario estudio para cualquiera que le interese la literatura como tema serio de vocación profesional, o simplemente como práctica de entretenimiento diaria para llenar el hastío recurrente.

Muchos años después, cuando estudiaba el cubismo por cuenta propia en libros prestados sobre historia del arte, se me abrió cierto paralelismo mental que mi cabeza estableció entre Cortázar-Picasso, o cabe aquí algún otro cubista escogido al azar. Hay mucho del cubismo en la forma de escribir de Córtazar, y la sensación provocada, de punto de quiebre, de nuevo comienzo, de cambio extremo de percepción, era la misma. Con ellos empezaba un nuevo camino. Los relacioné de inmediato, aunque pertenecieran a dos mundos totalmente distintos.

Es una obra que te va a marcar, no tanto por la historia, que evoca la eternas relaciones humanas, sus implicaciones más básicas y más profundas, y el viaje del ser mientras las atraviesa, es un poco de lo mismo si lo analizamos bien, la sorpresa viene atada a la peculiaridad de la figura del escrito, importantísimo para poder entender su obra completa, como un todo.

Hace un tiempo corto empecé Cuentos Completos, una compilación de, obviamente, cuentos, que inicia con Un Tal Lucas, le compartí a un amigo una de las páginas, lo hice con la firme intención de confundirlo ante la aparente desorganización, y lo logré con éxito rotundo. ‘Qué es esto’, me dijo, ‘no entiendo nada’. Coincido, y pienso que es un tipo de escritura que no está hecha para ser entendida, más para ser explorada, para comérsela sin digerir, puesto que no te causará ningún dolor de estómago, al contrario, el lector tendrá el papel activo de otorgar sentido a la historia, de reescribirla en su cabeza, desde su propia perspectiva, es un papel contrapuesto al del lector pasivo del resto de la literatura, que devora la narrativa siguiendo las órdenes del escritor, paso a paso, capítulo a capítulo. Pero no en Córtazar. Es como si la improvisación literaria se transformara en veracidad lingüística, un ejercicio que se vuelve sensato en la medida en que se ejecuta. Y entonces, cuando ya la mente se medio acostumbra a esto, y lo mira con algo de familiaridad, viene otro golpe contundente: César Bruto, a probar que los escritores argentinos merecen una atención más cuidadosa.

El autor es consultor de talento humano.


LAS MÁS LEÍDAS

  • Los combustibles bajarán de precio a partir de este viernes 12 de diciembre. Leer más
  • Gobierno anuncia acuerdo sobre salario mínimo: así quedarán algunas tasas por regiones. Leer más
  • Naviferias 2025: el IMA anuncia horarios y lugares del 15 al 19 de diciembre. Leer más
  • Jubilados y pensionados: así será el pago del bono navideño y permanente. Leer más
  • Embajador de Estados Unidos toma el desayuno chino con la diputada Patsy Lee. Leer más
  • Contraloría inicia auditoría a fondos que transfirió el MEF a gobiernos locales en el gobierno de Mulino. Leer más
  • Estados Unidos incluye a Ramón Carretero Napolitano en la Lista Clinton. Leer más