Tras las solemnes promesas del presidente estadounidense Biden, del primer ministro de Inglaterra Rishi Sunak, del presidente Macron de Francia, de voceros de la Unión Europea y de la OTAN y muchas figuras de peso que aseguraron al mundo que bajo ninguna circunstancia dejarían que Rusia ganara la guerra en Ucrania, estamos viendo, en vez del triunfo, un panorama de desolación y derrota.
Sumado a la vergüenza del momento, está el miedo al futuro. No hay que agudizar mucho el oído para escuchar los cascos... cabalgan los jinetes apocalípticos que vienen a repartir desgracia si Putin se sale con la suya.
De “catastróficamente” insuficientes califica un comandante ucraniano los armamentos con que cuenta en estos momentos para detener la invasión rusa. Catástrofe es la palabra que califica el traspaso del límite de lo malo, el avión que se estrella, el derrumbe de las Torres Gemelas, el fin del mundo.
Si la vergüenza no moviliza a los líderes que juraron apoyar a Ucrania hasta lograr la victoria, el miedo debería hacerlo, ante un Putin que confirma que no tiene que temer a las democracias, pues basta la fuerza, y más fuerza, para triunfar.
Es muy difícil, en esta era de tantos avances tecnológicos, ver en la pantalla cómo aniquilan a un pueblo pacífico, cómo destruyen sus ciudades, cómo le disparan a niños, ancianos y mujeres cuya sangre vemos derramarse por las calles; llenarnos de dolor e ira, y comprobar que esa pantalla no nos permite meternos en la pelea y defender aunque sea con piedras a los martirizados.
Creo imposible negar la similitud del comportamiento de Hitler que atragantaba países mientras las democracias vecinas y lejanas esperaban que se detuviera milagrosamente, a los propósitos de Putin que inicia su marcha codiciosa en Ucrania, y la indecisión en detenerlo a tiempo, es decir, antes de que Ucrania sea devorada.
Además, ¿qué seguirá, geopolíticamente, si Putin le demuestra a China de lo que ha sido capaz? Bien podrían formar una mancuerna que cambiaría las relaciones internacionales y el mundo como lo hemos conocido.
El autora es abogada.