Radicales honestos



Es cierto: no todo lo que brilla es oro. Pero hay que reconocerle a nuestro “Macho” Camacho (el de la guaracha, busquen la novela) que es capaz de cierta brillantez cuando quiere descalificar. Mucho grito, mucho indignarse hasta la vergüenza ajena para dar con el mejor calificativo, no solo para los diputados de Vamos, sino para cualquier ciudadano de bien en este país: “radicales honestos”, una maravilla.

La neofobia produce en el afectado una reacción de desprecio contra aquello que amenaza con desestabilizar su “zona de corrupción”, y no olvidemos que esta tiene muchas facetas y no siempre se trata de ser botella o ladrón. Las más de las veces, la corrupción se demuestra mirando para otro lado ante el acto corrupto o propiciando el escenario y los medios para que se produzca. El neófobo es experto en gruñirle a lo que es nuevo porque lo fuerza al cambio, y eso no conviene a su estatus quo, por eso el radicalismo honesto le produce sarpullido.

El “Macho” no quiere ser radical, quiere dar forma a su necedad cepillona el grado de “política” o de “valores políticos”, quiere hacerla pasar por preocupación nacional, por “el pueblo”, cuando no es más que gritadera y pataleo servilista, porque la radicalidad en materia de honestidad requiere de decisiones y actitudes que son totalmente opuestas a lo que él y sus siglas representan: ¡claro que no todo lo que brilla es oro!

Como dice la guaracha del Macho Camacho, La vida es una cosa fenomenal, ¡claro que sí!, y más cuando como ciudadano, en ejercicio o no de la política, pretenden insultar llamándote “radical honesto”. Haremos camisetas, lo escribiremos por las calles, haremos pancartas, sí, somos del movimiento de los “radicales honestos”, los que iremos a trabajar todos los días, los que no meteremos la mano en el dinero de todos, los que no gritamos ni rofeamos: somos los que nos mantenemos radicalmente honestos pase lo que pase.

El autor es escritor.


LAS MÁS LEÍDAS