La realidad de la pobreza en Panamá



El presidente de la República, Juan Carlos Varela, dijo el pasado 1 de julio de 2018: “En estos 4 años, 150 mil 818 panameños han salido de la pobreza”. ¿Es esto cierto? De acuerdo con la opinión de la mayoría de los panameños: “No. No es cierto”. Somos del criterio de que, al menos en esto, la pobreza, la gente sabe más que el presidente.

Es que, según M. Orshansky: “La pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”. Por lo cual hay que ver qué entiende cada uno por pobreza y cómo la mide. No se ve la pobreza igual cuando la vives a diario y tus ingresos familiares apenas alcanzan, que cuando la ves desde lo alto de la torre del Miramar y tus técnicos la miden para que puedas hacer un balance bonito de la gestión presidencial.

Algunos han pretendido reducir la pobreza exclusivamente a los hambrientos que constituyen sin duda la parte más extrema de la pobreza o pobreza absoluta. Pero la ciencia social también ha reconocido que existe la pobreza relativa, es decir, familias o personas cuyos ingresos les alcanzan para comer, pero que no pueden costearse el resto de las necesidades básicas (vivienda, salud, transporte, vestido, educación, luz, agua, etc.).

Este método se llama línea de pobreza. Para calcularla, se establece el costo de dos canastas básicas, una exclusiva de alimentos (CBA), otra de necesidades generales (CBG). Sobre este criterio, un estudio de la Cepal, de 2015, hizo las siguientes estimaciones:

1. Canasta básica de alimentos, por persona/mensual, para definir la línea de pobreza extrema, de acuerdo al MEF-Cepal, $69.33 (urbana) / $59.25 (rural). Lo que en buen panameño quiere decir que con $ 2.31 por día una persona puede alimentarse adecuadamente en este país, si vive en zonas urbanas, y que para zonas rurales requiere mucho menos, $1.97. Cuando sabemos que un plato de sopa en una fonda no baja de $2.00, sin contar desayuno, cena y snacks.

2. Canasta básica general, por persona, para definir la línea de pobreza (general o relativa). El MEF-Cepal la calculó que para salir de la pobreza basta un ingreso mensual de $140.52 (urbana) y $105.26 (rural), que quiere decir que con un ingreso diario por persona de $4.68, si vive en zona urbana, y con $3.50, si vive en área rural, según esta entidad puede uno pagarse “una vida digna”.

Pues bien, pese a esos cálculos “a la baja” y evidentemente manipulados, el estudio de la Cepal estimó que en Panamá la población afectada por la pobreza extrema es del 10.3% y en pobreza relativa el 23%. Sobre una base de 4 millones de habitantes, estamos hablando de que hay cerca de 400 mil personas que pasan hambre y casi 1 millón que pasan páramo para cubrir sus necesidades. Esto, dicho por lo bajito, porque un cálculo más realista daría más pobres.

Claro que la afirmación del presidente se basa en que, supuestamente, los diversos programas sociales (Red de Oportunidades, beca universal, 120 a los 65, Ángel Guardián, etc.) habrían sacado de la pobreza a esas 150 mil personas. Pero en realidad, los subsidios sí les están ayudando a sobrevivir, pero no les sacan de la pobreza, porque dependen de esas ayudas. El sistema capitalista panameño es incapaz de garantizarles un empleo decente y un ingreso justo, porque se basa en la desigualdad social.

La desigualdad es otro criterio más preciso de medición, porque nos habla de las diferencias de ingresos entre los diversos sectores sociales del país, comparando cuánto ganan los más ricos respecto a los más pobres. La desigualdad se mide con el llamado índice de Gini que, según el Banco Mundial, una entidad para nada sospechosa de “comunismo”, el de Panamá en 2016 era de 50.4.

En otras palabras, el decil de la población que más gana tiene ingresos 50 veces superiores al decil con menos ingresos. Es decir, uno de los 10 países con peor distribución de la riqueza del mundo y el quinto en América Latina.

¿Cómo responder a esta realidad? ¿Quitando los subsidios como proponen algunos sectores? ¿O haciendo que paguen impuestos los verdaderos subsidiados del sector empresarial, los exonerados y los evasores de impuestos? Según la Cepal, la evasión fiscal en América Latina ronda el 4% del PIB. Y la tasa impositiva promedio de los que más ganan apenas alcanza el 5% de sus ingresos, o sea, los pobres pagan más impuestos.

Para acabar realmente la pobreza se requieren al menos tres cosas: justicia fiscal, empleos permanentes y bien remunerados y el fomento de la industria y agricultura para lograrlo. Pero todo esto requiere sacar del poder a la oligarquía enquistada en el Estado y constituir una nueva alternativa política desde el campo popular.

El autor es docente universitario.

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