Una reflexión sobre las fiestas de las letras



“Estamos habitados por libros y por amigos”. Desde esta frase de Daniel Pennac me dispongo a celebrar las letras, que esta semana se encaraman al calendario para no dejarnos olvidar la dicha que tenemos: leer. Es, como dicen que decía Borges, “una felicidad que no se puede imponer”.

Cuando me aburría, mi mamá me decía que leyera un libro. Era el consejo más absurdo en aquellos días de infancia y ahora me arrepiento de no haberle hecho más caso. “Si no leo me a-burro”, y es cierto: de burros y aburridos está bien constituida la materia de los corruptos y los ignorantes.

En las escuelas, espero, se tenga en cuenta la importancia fundamental de la lectura. Es mucho esperar, pero me vencen las ganas de creer que los maestros están a la caza de buenas piezas literarias para dar de leer a sus alumnos.

Pedro Sorela decía esto: “La verdad alarmante es la progresiva comprobación de que los estudiantes y no solo ellos, son cada vez más ajenos a la palabra”. Tomen nota.

Responsables de esta “orgía perpetua” son los escritores, tan desdeñados en nuestros medios.

Lástima que se hable tanto de los de allá y a los de aquí no se les dedique ni una línea, y las que se dedican son para los consentidos. “Nadie es profeta en su tierra”, ya, pero si encima tu tierra es dura de sesera y descreída, el profetismo se complica más.

Justo Arroyo ha sido distinguido con la condecoración Rogelio Sinán.

Vayan a celebrarlo leyéndolo. Leer es ser cómplice de la orgía, de la felicidad y del complot. ¡Salud y buenas letras!

El autor es escritor

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