La participación activa en la elección de nuestros gobernantes es fundamental para el funcionamiento de nuestro sistema democrático. Sin embargo, es relevante cuestionar la efectividad de nuestras decisiones electorales, especialmente cuando solo un 33% de la población decide el destino político del país. ¿No es tiempo de considerar reformas, como la implementación de una segunda vuelta electoral?
Históricamente, hemos evaluado el desempeño político centrados en la afiliación partidista en lugar de analizar detenidamente a los candidatos. En tiempos de crisis, como los actuales, es esencial no quedarnos callados frente a las políticas de subsidios gubernamentales. Aceptar pasivamente estas medidas tiene implicaciones directas en el endeudamiento público y, por ende, en el futuro económico del país.
Este comportamiento refleja una tendencia persistente en nuestra sociedad: la falta de reflexión crítica y la priorización de beneficios inmediatos sobre consideraciones a largo plazo. El resultado es una historia repetida de situaciones lamentables que podrían evitarse con un mayor análisis y participación informada.
La dependencia excesiva del Estado, a través de subsidios y la percepción de la “buena voluntad” gubernamental como un remedio para los males sociales, ha contribuido a problemas sistémicos en áreas críticas. Un sistema de salud colapsado, la peor educación de la región y entornos empresariales con mayores dificultades relativas son solo algunas de las consecuencias de esta dependencia.
El constante llamado al Estado para intervenir en diversos aspectos de la vida cotidiana puede tener consecuencias negativas. La creencia en un Estado paternalista gigantesco, promovida por ciertos sectores políticos, ha sido cuestionada por sus impactos en la eficiencia y autonomía individual.
La autocrítica es crucial para abordar los desafíos actuales. Reconocer la responsabilidad individual y aceptar que algunos subsidios pueden resultar innecesarios son pasos importantes para avanzar. La reducción del tamaño del Estado no solo limitaría los riesgos de intervención ideológica, sino que también podría abrir espacio para iniciativas privadas más efectivas y éticas.
Es momento de reflexionar sobre nuestra participación en la formación de políticas y la necesidad de un equilibrio adecuado entre el Estado y la iniciativa privada. La búsqueda de soluciones efectivas debe ir más allá de señalar culpables y exige una participación activa y bien informada de la ciudadanía.
En conclusión, el desafío radica en forjar un futuro más próspero y equitativo. Cortar con la dependencia excesiva del Estado es un paso crucial para alcanzar esta meta. Este momento nos brinda la oportunidad de replantear nuestro camino y construir una sociedad en la que la participación ciudadana informada sea la base de nuestras decisiones.
El autor es miembro de la Fundación Libertad