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AMBIENTE

La reforestación inteligente

La situación ambiental es el principal desafío que enfrenta la humanidad. Philip Alston, relator de las Naciones Unidas para la extrema pobreza, lo recordó semanas atrás al emitir su informe sobre cambio climático.

Alston destacó que “el cambio climático amenaza con consecuencias verdaderamente catastróficas en gran parte del mundo y los derechos humanos de un gran número de personas”. Su informe describe el futuro que se avecina si no se toman medidas efectivas: “un escenario de apartheid climático en el que los ricos pagan para escapar del sobrecalentamiento, el hambre y los conflictos, mientras que el resto del mundo tiene que sufrir” (Noticias ONU, 25 de junio).

Simultáneamente, como para reiterar los conceptos vertidos en el informe, tuvimos noticias sobre el aumento de los fuegos en la selva amazónica. En lo que va del año, se reportan más de 80 mil incendios en la Amazonía (BBC, 14 de septiembre).

Gracias a los medios de comunicación, supimos que la selva lleva años quemándose y que, entre enero y agosto de 2019, los incendios han devastado unos 45 mil kilómetros cuadrados de territorio amazónico.

Vastas zonas de Siberia, Indonesia, África y Bolivia también se han incendiado en las últimas semanas (BBC, 9 y 10 de septiembre.).

Arde la selva amazónica y también el Pantanal, el mayor humedal del mundo, localizado entre Brasil, Bolivia y Paraguay (La Prensa, 12 de septiembre).

Acá pensamos que son hechos remotos, que no nos afectan, como si no carbonizáramos el país entero durante la época seca, con la complacencia de las autoridades, que no hacen absolutamente nada por detener los fuegos o castigar a los pirómanos.

Se denuncian atropellos al ambiente ante corregidores, alcaldes, gobernadores y fiscales, pero ninguno actúa. Puedo dar fe de ello luego de que una denuncia por quema de bosques presentada en la fiscalía de Darién fue completamente ignorada. Se permitió que vencieran los términos, para después archivar el expediente por haber expirado el período de investigación.

En Darién, la laguna de Matusagaratí, nuestro mayor humedal interno, ardió en 2016 con la complicidad del Ministerio del Ambiente. Los impactos de hechos como este son evidentes, pero a una población falta de educación y carente de conciencia cívica no le importa.

Sin embargo, las afectaciones alcanzan a todos. A los centros de salud de Darién llegan crecientes números de personas afectadas por picaduras del “bicho del fuego” (paederus irritans). “Su proliferación”, reportó este diario, “se asocia con cambios en los patrones de lluvia, aumento de temperatura y humedad, alteración de bosques cercanos y la eliminación de sus depredadores naturales” (La Prensa, 12 de julio).

La erosión, una de las más graves consecuencias de la deforestación, tiene llenos de sedimentos los ríos del país, convertidos en enormes lodazales y basureros, como indiscutiblemente lo revelan su color marrón y el hallazgo de toda clase de desperdicios que gente inconsciente arroja a estos con la mayor desvergüenza. El impacto sobre la calidad del agua y sobre la biodiversidad es ruinoso.

Con la merma de la cobertura boscosa, no solo se pierde la capa vegetal. También pierde el subsuelo su capacidad para absorber la lluvia y almacenarla en los acuíferos que surten de agua dulce los ríos y lagos.

Aumentan las inundaciones, deslaves y derrumbes, y con acuíferos secos no hay agua para surtir los cauces en los meses del llamado “verano”, cada vez más calurosos. Falta agua para potabilizar y distribuir a los hogares; para la agricultura y la ganadería; y para pasar los barcos por el canal, como lo advirtió la semana pasada el administrador de la ruta.

Se analizan soluciones a la escasez de agua, entre las que están, la creación de nuevos embalses en los ríos Indio y Bayano, el reciclaje de aguas residuales y la instalación de una planta desalinizadora en el litoral atlántico (La Estrella de Panamá, 12 de septiembre).

Cual sea que se adopte, hay que implementarla a la par de un plan intensivo de reforestación con especies nativas—la reforestación inteligente—para restaurar la capacidad de almacenamiento de agua en el subsuelo, como lo propone el proyecto Agua Salud (La Prensa, 4 de abril de 2015). La emergencia ambiental requiere acciones urgentes, acertadas y eficaces.

El autor es politólogo e historiador y dirige la Maestría en Relaciones Internacionales en Florida State University, Panamá. 


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