Quince años han pasado desde que dejé Panamá para vivir en México, un país que me ofreció crecimiento personal y profesional. Durante ese tiempo, fui testigo de muchas de las problemáticas que aquejan a las naciones latinoamericanas: corrupción, impunidad, desempleo y desigualdad. Sin embargo, al regresar a mi tierra natal —ya hace casi ocho años— encontré un Panamá que, aunque comparte algunos de esos desafíos, sigue destacándose como un país de oportunidades, con una idiosincrasia multicultural que lo hace único en la región.
Panamá no está exento de dificultades: la corrupción persiste, la desigualdad continúa siendo un reto y la burocracia puede desalentar la inversión. No obstante, a diferencia de otros países de América Latina, aquí se respira un dinamismo económico que abre puertas tanto a ciudadanos como a extranjeros. La estabilidad financiera, con el dólar estadounidense como moneda de curso legal, brinda confianza a inversionistas y empresas. Además, su infraestructura en constante desarrollo —incluyendo uno de los hubs logísticos más importantes del mundo— posiciona al país como un punto estratégico para los negocios.
La multiculturalidad panameña es otro de sus grandes atractivos. Con una población compuesta por descendientes de españoles, africanos, chinos, indígenas y comunidades inmigrantes de diversas partes del mundo, Panamá es un verdadero crisol de culturas. Esta diversidad se refleja en su gastronomía, su música y su estilo de vida, y genera un entorno propicio para la innovación, la creatividad y el emprendimiento. No es casualidad que muchas empresas multinacionales elijan establecerse aquí, aprovechando tanto su ubicación geográfica como su apertura a la inversión extranjera.
Para quienes desean establecerse como residentes, Panamá ofrece programas migratorios atractivos, como la Visa de Naciones Amigas, que facilita la residencia a ciudadanos de países aliados, o el programa para jubilados, que otorga beneficios fiscales y descuentos a pensionados extranjeros. Aunque el costo de vida puede ser elevado en algunas zonas de la ciudad, sigue siendo competitivo en comparación con otros centros financieros de la región.
Como empresario o emprendedor, las ventajas son numerosas. El Canal de Panamá y sus zonas francas, como la Zona Libre de Colón, conforman un ecosistema ideal para el comercio y la exportación. A ello se suma la estabilidad política y la conectividad aérea —con el Aeropuerto de Tocumen como hub regional—, que facilita la expansión de negocios hacia otros mercados de América Latina y el mundo.
Regresar a Panamá después de 15 años fue redescubrir un país en constante evolución. A pesar de sus retos, sigue siendo una tierra de posibilidades, donde la diversidad cultural y el dinamismo económico lo convierten en un destino atractivo tanto para vivir como para invertir. En un continente marcado por la incertidumbre, Panamá se mantiene como un faro de estabilidad y crecimiento: una joya en el corazón de América que, lejos de cerrarse al mundo, continúa abriéndose con brazos de oportunidades.
La autora es abogada.

