Para el pueblo kuna el mes de febrero es considerado el mes de la revolución kuna, hecho que trascendió fronteras y ha sido objeto de muchos escritos e interpretaciones.
El 21 de febrero de 1925, nuestros aguerridos abuelos levantaron sus puños, gritaron hasta que sus voces se extendieron a todos los rincones de Panamá. Era un pueblo fuerte, amante de sus raíces, cultura, las enseñanzas de los abuelos fueron cimentadas en las mentes de sus más preclaros revolucionarios. Nada empezó el 21 de febrero de aquel año, sino desde mucho antes de la separación de Panamá de Colombia, cuando el cacique Inanaginya empezó a buscar la autonomía para su pueblo maltratado y ultrajado. Y es que un pueblo fuerte y unido no es fácil de pisar sus tradiciones, sus creencias y convivencias pacíficas. Sus dirigentes sabían que incluso en los primeros años de la separación de 1903, su pueblo no había sido tomado en cuenta por las autoridades panameñas, un gobierno que lo catalogaba como un pueblo “incivilizado” y que no era posible su inclusión a la vida “civilizada”. Las políticas de los gobiernos de Manuel Amador Guerrero y de Belisario Porras fueron contrarias a los intereses del pueblo kuna.
El pueblo kuna defendió sus raíces, su identidad, su idioma, sus tierras; decidió unirse en hermandad y luchar juntos, después de haber soportado muchas injusticias e irrespeto hacia sus tradiciones. Optaron por legar a sus hijos una vida de fuertes lazos culturales en donde ellos pudieran sentirse orgullosos de sus raíces. Abuelos que sin tener educación formal, sino la educación basada en los principios más sólidos de sus ancestros, decidieron luchar aquel 21 de febrero de 1925.
No fue Richard Oglesby Marsh como manifiestan muchos historiadores no kunas, en los textos de historia que lamentablemente aprenden nuestros hijos. El levantamiento kuna no fue de Marsh, ni idea de Marsh,ni de “infeliz intromisión de este audaz aventurero” (34), como se refiere Rubén Darío Carles al norteamericano. Los aguerridos abuelos, ante los atropellos del gobierno en turno tenían que buscar un apoyo de un gobierno de afuera ante la maquinaria del Gobierno Nacional, que en su afán de eliminar el idioma, la mola y la cultura, ordenaba al intendente Humberto Vaglio a cumplir con su cometido. Ante esta situación, el pueblo kuna envió una comitiva a Estados Unidos para buscar apoyo.
Cimral Colman, máximo líder, sabía de los informes que enviaba Humberto Vaglio a su gobierno desprestigiando su figura y autoridad. Vaglio desconocía la preparación e inteligencia de “este rancio indio”, como se refería a él.
El levantamiento kuna es un ejemplo de un pueblo que lucha por mantener viva la llama de la esperanza, que se mantiene alerta a los nuevos enfoques y que bajo ningún concepto se cree dueño de la verdad, sino que simplemente exige un lugar preponderante ante una sociedad que parece no aceptar todavía que la diversidad de culturas también enriquece a una nación. Viva el levantamiento kuna de 1925.
El autor es profesor de inglés.