Esta semana estuve participando en el foro para mipymes titulado “Retos y oportunidades para la competitividad de tu negocio”, que fue llevado a cabo de manera proactiva por una empresa aseguradora de experiencia y trayectoria en el campo de los seguros en el país, lo cual es importante como iniciativa privada considerando cómo surgen teniendo como raíz, el emprendimiento. Cómo se formalizan tomando en cuenta su entorno, y cómo se expanden tomando en cuenta sus capacidades y la competitividad de las naciones.
Estamos en plena revolución de las mipymes, y más si vemos a nivel de la región, donde existe una presencia importante de pequeñas empresas que reflejan la cultura empresarial que tenemos, y nuestro país no escapa de ello. Esto lo podemos ver en el número total de empresas, o la creación de empleos que generan, algo que debemos seguir muy de cerca, y más si pensamos en un crecimiento inclusivo y sostenible.
Panamá registra el 83% de las empresas en la categoría de microempresas, según el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC). Esta cifra es muy similar a la que tiene la región, ya que, en la distribución de empresas, también las micro alcanzan 88.4%.
Las micro son fundamentales porque son muchas, tanto en nuestro país como en nuestros alrededores. El resto del ecosistema nacional está compuesto por el 10% de pequeñas y casi el 3% de medianas empresas.
En total, las mipymes totalizan aproximadamente más de 96.5%, es decir, más de 60 mil empresas, y se concentran en las provincias de Panamá y Panamá Oeste, así como en Chiriquí, Colón y Coclé.
Las grandes empresas –que no dejan de ser importantes– ocupan el 4% de las empresas registradas, totalizando un aproximado de 2 mil 310 negocios. Pese a dicha distribución, solemos mirar como único referente a las grandes empresas y su evolución en los mercados para medir sus ganancias y cómo va la economía de un país. Así de simple.
Algunos incluso afirman que si las grandes empresas venden acciones o son compradas por otros inversionistas es un indicador (único) para concluir que a la economía le va bien. Esto acentúa la desigualdad en una economía que va en crecimiento y no puede ser. Pensar e intervenir en las pequeñas es distribuir el bienestar para que llegue a todos.
Tenemos que crear un entorno favorable, con menos obstáculos, para que sean más competitivas. Por eso es que los pocos recursos no se pueden perder ni malgastar. Es importante que se mantenga el crecimiento, y más si se promueve desde la diversificación, porque nuestras mipymes están en diversos sectores. También el relevo generacional, y la interacción entre ellas, que se puede dar por asociatividad o encadenamiento productivo. Incluyendo a comunidades indígenas.
Nuestras empresas locales tienen dificultades de financiamiento y ven como poco innovadores sus productos, por lo que hay que ampliar la oferta de recursos, así como brindar herramientas para los cambios y nuevas tendencias del mercado.
Que tengan capacidad de adaptabilidad e internacionalización. Eso es más que solo un taller de capacitación o solo capital semilla, que no inciden en la formalización.
Muchas de estas empresas, pese a su importancia, caen en la informalidad, un indicador preocupante en el país que supera el 40%, acentuándose en nuestra principal actividad, el sector servicios, debido a los altos impuestos que enfrentan.
Subamos a la revolución y fomentemos un entorno de facilidades y menos trabas. De acceso a servicios públicos de calidad, impuestos diferenciados, de sinergia entre ellas y complemento para las grandes.
De seguro ellas también pueden contar con tecnología avanzada y pueden tener oportunidades para innovar y no desaparecer en el camino.
El autor es economista, consultor y docente