Ruido, secuestros… y opinión pública



El Órgano Ejecutivo ha presentado un proyecto de Estado que busca salvar la Caja de Seguro Social (CSS), la institución más importante del Estado, dedicada al tema social... la más importante función de gobierno... presente, pasada... y futura.

La aprobación (con algunas muy apropiadas y requeridas modificaciones) es función de la Asamblea Nacional, la institución más representativa de los distintos grupos de ciudadanos, fuente fundacional de nuestra democracia.

En esta vuelta, los diputados incluyen un importante grupo de independientes del movimiento Vamos, un contingente del partido de independientes MOCA y otros diputados nuevos de partidos tradicionales. Todos estos diputados nuevos, y mayormente jóvenes, deberán comprobar que, a pesar de los empujones de figuras viejas y gastadas en puestos de mando, lograrán constituir su institución en una “nueva” Asamblea.

Están ellos en posición de elevar a la Asamblea y ejercer su enorme responsabilidad con visión de Estado y de futuro esperanzador.

Todo diputado quiere representar lo más fielmente posible a sus electores al afrontar una decisión sobre una ley tan fundamental para la población. No hay tema más importante para la gran mayoría que la salud y sus pensiones. Así, todo diputado hace ingentes esfuerzos por estar lo más conectado posible a la “opinión pública” al medir su participación en el debate, al proponer, negociar y... lo más importante... al votar.

Tomarle el pulso a la opinión pública no es fácil, porque casi todos los que opinan con facilidad inaudita dicen hablar por el pueblo: “el pueblo exige...”, “el pueblo quiere...”, “el pueblo no acepta...”. Los que así hablan típicamente llenan sus discursos de estribillos que pegan: “no a la privatización” (a pesar de que el propio presidente inició el tema con “no habrá privatización”)... Por allí, sin embargo, y aprovechando nuestra natural desconfianza hacia todo el que gobierna, siguen con una lista adicional de noes. No al proyecto, no... no, y más noes.

Para cualquier diputado serio que quiera realmente averiguar cuál es el sentimiento de sus votantes, es imprescindible filtrar todo el ruido... y saber calificar correctamente a aquellos que solo son potenciales secuestradores de la “opinión pública”, lo que sorprendentemente a veces logran a base de ruido puro, sin base alguna.

Es bastante normal para el observador serio (los nuevos diputados, por ejemplo) concluir que a mayores gritos de guerra, menor el argumento atendible. Allí sí que lo válido es pensar: ¡no al secuestro de la opinión pública! ¡Por allí no va la cosa! Este es un problema de Estado; este voto es el que más afectará a la mayoría de los más vulnerables de nuestros hermanos en la nacionalidad. Esto no es un tema para que el que más grita, procurando secuestrar la opinión pública, gane; esto es para ciudadanos y diputados racionales que toman muy en serio los votos que los pusieron en su curul.

El voto de cada diputado sobre la seguridad social de nuestra población jamás se olvidará. Será un voto histórico, donde cada diputado será marcado por la historia por muchas décadas, sin opción a dar explicaciones extemporáneas sobre una “opinión pública” secuestrada a punta de gritos estériles.

¡Adelante, diputados! A decidir sobre el futuro de la Caja... y de la República.

El autor es fundador de La Prensa


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